La pérdida del olfato, también conocida como anosmia, ha sido una de las secuelas más comunes tras la infección por COVID-19. Sin embargo, un reciente estudio científico sugiere que las personas que han experimentado anosmia pueden enfrentar consecuencias más allá de la pérdida temporal de uno de sus sentidos. La investigación, realizada en Chile y publicada en la revista Scientific Reports, ha encontrado que los pacientes que perdieron el olfato después del COVID-19 presentan alteraciones estructurales en el cerebro y cambios en el comportamiento, como una mayor impulsividad en la toma de decisiones.
Durante los últimos cuatro años, múltiples estudios han indicado que incluso los casos leves de COVID-19 pueden afectar el cerebro. En esta nueva investigación, se analizaron 73 adultos que habían tenido COVID-19 leve a moderado y 27 personas sin antecedentes de la enfermedad. Los resultados mostraron que aquellos que habían experimentado anosmia tras la infección presentaban cambios en el grosor cortical y en la integridad de la materia blanca, lo que podría explicar los comportamientos más impulsivos observados.
Los expertos destacan que, aunque estos hallazgos son significativos, aún queda mucho por entender sobre cómo el COVID-19 afecta el cerebro a largo plazo. «La gravedad de la infección aguda es el factor clínico más estudiado que conduce a la alteración cerebral y cognitiva», explicaron los investigadores, quienes también subrayaron la importancia de continuar investigando estos efectos para identificar mejor a las poblaciones en riesgo.
Además, el estudio reveló que los pacientes que necesitaron hospitalización mostraban una tendencia a tomar decisiones más perseverantes, lo que sugiere diferentes formas de afectación cerebral y comportamental. En este contexto, la anosmia podría ser un marcador temprano de alteraciones neurológicas persistentes, proporcionando una nueva herramienta para el monitoreo y tratamiento de los afectados.
La doctora Olga Sabido Ramos, de la Universidad Autónoma Metropolitana, resaltó que la pandemia ha alterado de manera significativa nuestra percepción sensorial, no solo debido al virus, sino también al confinamiento y sus efectos en nuestro cuerpo y sentidos. A medida que avanzan las investigaciones, los expertos recomiendan integrar evaluaciones neurológicas en el seguimiento de los pacientes recuperados de COVID-19 para mejorar su calidad de vida y diseñar intervenciones más efectivas.
El estudio pone de manifiesto la necesidad de un mayor enfoque en los efectos a largo plazo del COVID-19 y abre la puerta a nuevas estrategias de rehabilitación para aquellos que sufren de secuelas neurológicas como la anosmia.