Por Bruno Cortés
Ciudad de México.– En un país donde los narcocorridos compiten con el reguetón por el amor de las playlists juveniles y donde un fusil puede rimar con “fácil”, el Partido Verde Ecologista de México propone algo inesperado: ponerle etiquetas de advertencia a las canciones que glorifican el crimen. No para prohibirlas —eso ya lo hace Spotify cuando quiere—, sino para alertar, como se hace con las papas fritas o el refresco de cola.
La iniciativa, respaldada por todo el Grupo Parlamentario y coordinada por el senador Manuel Velasco, busca reformar la Ley Federal de Telecomunicaciones y Radiodifusión para obligar a incluir advertencias visuales y sonoras en cualquier canción que haga apología del delito, normalice la violencia o degrade a las mujeres. Porque, según el argumento, si la grasa saturada daña el corazón, el corrido tumbado puede erosionar el alma colectiva.
“Esto no es censura, es prevención”, afirman los legisladores, como si explicaran que no están quitando el dulce, solo avisando que tiene plomo. La comparación es deliberada: si una canción con 45 millones de reproducciones celebra al sicario más carismático del norte, lo menos que se puede hacer —dicen— es advertirle a los papás que lo que suena no es precisamente Cri-Cri.
El senador Jorge Carlos Ramírez Marín fue aún más gráfico en tribuna: “Si las Sabritas tienen etiquetas negras, ¿por qué los narcocorridos no?”. Y sí, lo dijo con toda la seriedad que permite una metáfora con botanas y balaceras. Para el legislador yucateco, la reforma no busca castigar géneros ni suprimir libertades artísticas, sino garantizar que las audiencias sepan qué están escuchando antes de que empiecen a cantar sobre decapitaciones con ritmo.
Actualmente, las plataformas apenas marcan con una tímida “E” el contenido explícito, lo cual —según los legisladores— es tan útil como poner un letrero de “prohibido fumar” en una reunión de vapeadores. Por eso proponen una advertencia más clara, algo así como: «Esta obra contiene elementos contrarios a las leyes mexicanas, puede incluir apología del delito, violencia o denigración de la mujer.»
Aunque parezca una cruzada moralista, la propuesta tiene un trasfondo más estratégico que ético. Los senadores afirman que países como Estados Unidos, Japón y España ya tienen sistemas de clasificación musical y audiovisual. México, aseguran, no puede quedarse cantando el estribillo de la impunidad mientras el crimen se convierte en un beat viral.
En tiempos donde los influencers criminales tienen más views que cualquier iniciativa del Congreso, esta reforma parece buscar un terreno intermedio entre la libertad artística y la protección infantil. No se trata de apagar la bocina, sino de avisar que lo que suena puede intoxicar, como lo haría una letra que romantiza la violencia y que, por alguna razón, suena cada vez más en fiestas escolares.
Al final, como ellos mismos señalan, no quieren callar a nadie. Solo prender una alarma. Aunque en México, donde tantas sirenas suenan en vano, esa tarea tampoco será sencilla.