CDMX, 23 de enero del 2023.- El éxito o fracaso del sistema de transporte de una ciudad, radica en el número y la calidad de opciones de movilidad que los ciudadanos tienen para diseñar sus viajes diarios.
La ciudad en donde pareciera que la única opción viable es el uso del auto particular, sin duda alguna, es una ciudad con un triste y deficiente sistema de movilidad, sin importar cuanto se invierta cada año “en mejorar” las condiciones del tránsito.
Para que una ciudad se considere verdaderamente equitativa, democrática, responsable y garante de las libertades ciudadanas, debe de procurar por igual, la existencia de múltiples opciones de movilidad, que permitan a las personas diseñar su vida en torno a un mundo de posibilidades que se adapten y se dibujen acordes a los requerimientos diarios y cambiantes de una población heterogénea y dinámica.
La multimodalidad no es un objetivo, es una recompensa, es el resultado de una política exitosa que pone en claro la prioridad de movilizar personas por encima de vehículos, lo que significa enfocar las estrategias y acciones en la escala humana, en donde se mira a “la demanda” como mujeres, niños, adultos mayores y se diseñan las soluciones en función de sus capacidades físicas reales, ya que solo así, es posible proponer sistemas multimodales en donde la flexibilidad, accesibilidad y el uso de diferentes tipos de vehículos es posible.
El reto para el 2023 en materia de movilidad multimodal dentro de las ciudades es principalmente uno: entender que las ciudades se deben de mover al ritmo de las personas, no las personas al ritmo de las máquinas. Si eso se entiende, la concepción de los espacios y el diseño de las políticas públicas se orientarán sin mayores esfuerzos a sistemas eficientes, limpios y compartidos que propiciarán de manera orgánica la ocupación de múltiples sistemas al ser todos una posibilidad común.
La mayoría de las ciudades que son exitosas en materia de multimodalidad, son ciudades que han entendido que la oferta de movilidad se diseña bajo el concepto “Una ciudad, un sistema”, es decir, un sistema que construye servicios con un fin común, en donde no existen silos de operación, sino redes de atención que se complementan y se enfocan en cumplir con el objetivo general de mantener activa, limpia y competitiva a la ciudad.
El contar con un sistema así, permite que existan partes del sistema que no necesariamente sean rentables, pero si necesarios para la conectividad de este, siendo en parte “subsidiados” por otras partes que si recaudan suficiente dinero. Un ejemplo de lo anterior es el MetroCable de Medellín, el cual opera de forma deficitaria, siendo compensada su pérdida por el Metro a quién alimenta y sirve en sus troncales principales.
El primer paso para construir un sistema de transporte integrado y multimodal, es contar con plataformas que le permitan a la ciudad concentrar la información de los diferentes subsistemas (la oferta), los deseos de movilidad de las personas (la demanda) y las diferentes situaciones y variables que se viven día a día en la ciudad, para poder visualizar y entender en dónde están los retos y las oportunidades de ese maravilloso sistema que se llama ciudad.
La buena noticia, es que la construcción de dichas plataformas hoy en día es una posibilidad real para cualquier ciudad o municipio sin importar su tamaño o presupuesto, gracias a los avances en la tecnología y a la disponibilidad de datos digitales.
Todas las ciudades pueden y deben, acercarse a los emprendimientos tecnológicos locales para escuchar lo que pueden hacer por ellos, se van a sorprender.
Vicente torres, especialista en movilidad con 18 años de experiencia generando estrategias de acompañamiento sobre asuntos de política pública en ciudades de México y Latinoamérica