Oaxaca, Oax. a 23 dic (Prensa Latina) La Noche de Rábanos, de Oaxaca, única en el mundo, es pura magia y, como el encanto de Cenicienta, dura también muy pocas horas, pero se disfruta con gran intensidad.
Hace 125 años que se festeja porque la primera se hizo el 23 de diciembre de 1897 y su consecutividad desde entonces la rompió la Covid-19 con su triste e innombrable secuela.
Se puede asegurar que no es fiesta religiosa que sea su inspiración porque los temas tradicionales están relacionados con la Navidad, el nacimiento y toda la parafernalia, bíblica o no, que precede a lo que fueron las Calendas, Misa del Gallo o la Noche Buena, aunque ya hoy aceptan obras libres.
El cristianismo llegado a estas tierras mayas con los españoles trajo la cena navideña, y con ella el pescado seco y pencas de bacalao, en Oaxaca la comida principal navideña, como en otros lares la carne de res salada en Europa para que aguantaran la travesía por los mares y que, por ser renovada en Uruguay al arribo de los barcos negreros, en algunas partes del continente, como en Cuba, les llamaron tasajo uruguayo.
Los hortelanos de Oaxaca vendían en la Plaza de Armas de Antequera el pescado seco y las hortalizas para acompañarlas, y el 23, víspera de la Noche Buena, era punto de ebullición del mercado por el arribo de compradores en su busca, para vigilia del 24.
Para hacer más llamativos los suyos y tratar de atraer más clientes, cada hortelano adornaba su ventorrillo y en el seno de las familias dos o tres días antes del 23 confeccionaban con el rábano figurillas que distribuían en sus mostradores y estantes.
En muy poco tiempo surgió una competencia de arte espontánea sin que ese fuera el objetivo, para tratar de superar en atractivo a su vecino de kiosco, y para su sorpresa, los cientes compraban también las figurillas.
Fueron creando de esa manera un arte único en el mundo de una complejidad y belleza extraordinaria a pesar de ser extremadamente efímera, pues lo que se llamaría hoy una venta-exposición, empezaba a las 4 de la tarde y ya en la noche concluía, hasta el 23 de diciembre del siguiente año.
Eso se hizo costumbre primero y tradición después, y ahora tiene sus normas y las rige un concurso para el cual el vecindario elije a un jurado muy exigente e imparcial, y sobre todo muy conocedor.
El rábano usado es de dos variedades solamente: bartender, también conocido como “largo”, y el champion o “bolita”. Los primeros llegan a medir hasta 60 centímetros y pesar tres kilos. Las obras permiten, además, el uso de la flor Siempreviva seca, conocida aquí como Flor Inmortal, y la Totomoxtle, que es la paja seca del maíz.
Se siembran en septiembre en un huerto de la alcaldía en el Bosque Tequio en una ceremonia en la cual el burgomaestre del municipio planta la primera. La cosecha se hace cuatro días antes a fin de comenzar el 21 las obras y tenerlas listas el 23.
Es un trabajo puramente familiar, tan complejo y difícil que ni talladores ni escultores se atreven a hacerlo.
Entretanto la gente del pueblo se mantiene todos esos días a la expectativa, hay “espionaje” para saber de antemano en qué tema trabaja tal o cual familia para contrarrestarla, pero todo con ánimo muy vecinal, festivo y amistoso.
Y el 23, a partir de las cuatro de la tarde, se forma una interminable fila encabezada por el jurado para recorrer en orden y con espíritu crítico, los establecimientos para hacer las compras y admirar las obras. Es la fiesta que aglutina a más oaxaqueños.