La Jabalinada / Bruno Cortés
En un escenario global marcado por tensiones comerciales y políticas, México se encuentra en el ojo del huracán ante las recientes amenazas del presidente estadounidense, Donald Trump, de imponer aranceles del 25% a las exportaciones mexicanas. Esta medida, justificada bajo el argumento de la inmigración, no solo violaría el Tratado entre México, Estados Unidos y Canadá (T-MEC), sino que también podría desencadenar una serie de represalias económicas que afectarían la integración comercial de América del Norte. Según el artículo 32.2 del T-MEC, los aranceles solo pueden imponerse por razones de «seguridad esencial», una categoría que no encaja claramente con el tema migratorio.
La administración Trump parece subestimar la capacidad de México para diversificar sus mercados y fortalecer sus alianzas internacionales. Con 14 Tratados de Libre Comercio (TLC) con 50 países, México tiene una red comercial robusta que incluye a la Unión Europea y el Tratado Integral y Progresista de Asociación Transpacífico (CPTPP). En este contexto, la posibilidad de abrir los recursos minerales de México a China, para la producción de chips y tecnologías avanzadas, no es descabellada. Esta estrategia no solo reduciría la dependencia de Estados Unidos, sino que también posicionaría a México como un actor clave en la cadena de suministro global.
La geopolítica juega un papel crucial en esta ecuación. La Unión Europea, que ya ha demostrado su disposición a apoyar económicamente a Ucrania, (como muestra los 2.800 millones de libras esterlinas que ha invertido el Reino Unido), podría ver en México una oportunidad para invertir y contrarrestar la influencia estadounidense en la región. Si los europeos deciden invertir en México, esto podría alterar significativamente el equilibrio de poder en América del Norte. La histórica resistencia de México a la colonización y su capacidad para negociar en el ámbito internacional son factores que no deben subestimarse.
En el frente interno, las amenazas de Trump podrían tener un efecto boomerang. Los aranceles no solo afectarían a las exportaciones mexicanas, sino que también encarecerían los productos que consumen los estadounidenses, lo que podría generar descontento entre los votantes de Trump. Además, la idea de que Estados Unidos pueda sustituir las importaciones mexicanas en un plazo de tres años y medio es, en el mejor de los casos, optimista. México es el principal socio comercial de Estados Unidos, y cualquier intento de desvincularse abruptamente tendría consecuencias económicas severas para ambos países.
El tema del narcotráfico añade otra capa de complejidad. Aunque Estados Unidos ha etiquetado a los cárteles mexicanos como organizaciones terroristas, la realidad es que el consumo interno y la demanda de drogas en Estados Unidos son los principales impulsores de este negocio. México, por desgracia, pone los muertos, mientras que Estados Unidos proporciona los dólares y las armas. En este contexto, las amenazas de Trump parecen más un intento de distracción que una solución real al problema.
Finalmente, la resistencia histórica de México a la dominación extranjera no debe ser pasada por alto. Con más de 500 años de experiencia en resistir la colonización, México no está dispuesto a ceder ante las presiones de Trump. La globalización ofrece oportunidades para diversificar alianzas y reducir la dependencia de cualquier socio comercial en particular. En este sentido, México está bien posicionado para navegar por las aguas turbulentas de la geopolítica global.
Las amenazas de Trump pueden ser vistas como un desafíoque no da miedo, pero también como una oportunidad para que México reafirme su posición en el escenario internacional. Con una estrategia sólida y alianzas globales, México no solo puede resistir las presiones de Estados Unidos, sino también emerger como un actor clave en la economía global. La pregunta que queda es: ¿está Estados Unidos preparado para enfrentar las consecuencias de sus propias políticas?