Por Bruno Cortés
En política, a veces lo que parece un regaño en realidad es respaldo. Eso pasó con Ricardo Monreal, el veterano político y hoy coordinador de Morena en la Cámara de Diputados, quien salió a poner orden tras el revuelo por las críticas de la presidenta Claudia Sheinbaum hacia una integrante de su gabinete, en este caso, la titular de la Secretaría de Bienestar. ¿Monreal pidió que la corran? Nada de eso. Más bien, dijo: coincido con la presidenta, y ella tiene toda la autoridad para decidir en su equipo.
Eso sí, aprovechó para hacer una clase exprés de lo que realmente hace un diputado, porque aunque en los libros diga que sólo legislan, en la vida real son algo así como gestores todo terreno. Monreal lo dijo con todas sus letras: “Nos convertimos en procuradores de pueblos, aunque no lo quisiéramos”.
Y es que, según él, el trabajo del legislador va mucho más allá de hacer leyes. Los buscan para todo: desde pedir que reparen una carretera, hasta gestionar becas, conseguir médicos para una clínica rural, o hasta ayudar a alguien a encontrar chamba. Y aunque no está en sus manos resolver muchas de esas cosas directamente, tampoco se pueden dar el lujo de decirle a la gente: “eso no me toca”. Porque en un movimiento como Morena, que nació con una vocación social fuerte, ignorar al pueblo no es opción.
Monreal dejó claro que los diputados no tienen un fondo para obras ni recursos extras, solo su dieta mensual —que hoy es de unos 80 mil pesos netos—, pero que aún así hacen lo posible por canalizar las peticiones y, sobre todo, escuchar. “Si puedes gestionar, hay que hacerlo; si puedes encabezar la demanda, hay que hacerlo”, dijo con tono firme.
Sobre el tema de fondo, la polémica con la Secretaría de Bienestar, Monreal trató de bajarle el volumen al drama. Dijo que no se trató de una petición de renuncia, sino de un llamado legítimo de la presidenta a que las cosas se hagan bien. Y que, por supuesto, Sheinbaum tiene el mando para tomar decisiones dentro de su equipo sin necesidad de intermediarios.
En el fondo, el mensaje de Monreal es simple pero potente: la política no es solo grilla o discursos bonitos en el pleno. Es escuchar, aguantar, gestionar, y muchas veces recibir reclamos por cosas que ni siquiera son su responsabilidad directa. Pero ahí están, dando la cara, porque “así es ser parte de un movimiento social sin precedente”.
Y mientras algunos critican y otros se deslindan, Monreal —con toda su experiencia— juega el papel que mejor le queda: el del operador político que apaga fuegos, construye consensos y recuerda que en la política de tierra, lo que más cuenta no es el poder… sino la cercanía.