Hace unos meses una paciente me dijo: «Pertenezco a la generación deprimida, ¿cómo no voy a estarlo?» Era su primera sesión y vino a terapia porque se encontraba sin ganas de nada, sin motivación y con la sensación de que la vida no tenía sentido.
Estaba en lo cierto, pertenece a la llamada «generación deprimida», una generación que engloba, en realidad, el conjunto de dos de ellas: la millennial (también llamada generación Y) y la generación Z.
La primera de ellas hace referencia a las personas que nacieron entre 1981 y 1995 y la segunda a quienes llegaron al mundo entre 1995 y 2010 (ambas fechas son aproximadas pues no hay un consenso claro social para esta clasificación).
Lo cierto es que hay cada vez más uso de antidepresivos, más asistencia a terapia psicológica y más expresión autoinformada de ansiedad y tristeza en estas generaciones. Vayamos por partes para descubrir qué factores influyen en esto.
¿Qué factores han deprimido a esta generación?
Antes de nada, empecemos por definir el trastorno de depresión mayor. Este se manifiesta como un conjunto de síntomas, de los cuales podemos destacar un estado de ánimo deprimido durante la mayor parte del día, disminución del interés por las actividades que antes provocaban placer, pérdida o aumento de peso, insomnio o hipersomnia, agitación o retraso psicomotor, pérdida de energía, sentimiento de inutilidad o culpabilidad excesiva, disminución de la capacidad para pensar o concentrarse y pensamientos de muerte recurrentes.
Existen varias razones por las que a la generación millennial y la generación Z se las denomina, en su conjunto, la generación deprimida. Analicemos los diferentes factores que podrían estar influyendo:
Pandemia, coronafobia y soledad
No podemos pasar por alto la influencia que ha tenido la pandemia de covid-19 en la población general. Hemos hablamos de estados desagradables como la coronafobia (una ansiedad excesiva a contraer el coronavirus), ansiedad, fatiga pandémica (una reacción de agotamiento frente a una adversidad mantenida y no resuelta), etc. Ante tal escenario, la pregunta es: ¿han afectado estas situaciones particularmente a estas dos generaciones?
La soledad es algo que se relaciona directamente con la tristeza. Si bien es cierto que eso es aplicable a cualquier edad, la necesidad de relacionarse con iguales es mayor en la juventud. Es por esto por lo que las medidas específicas y preventivas del contagio de coronarivus han afectado en particular a esta población.
Ansiedad social
Por otro lado, la soledad de ese momento choca ahora de frente con la vuelta a la vida social, provocando muchas veces ansiedad en adolescentes y jóvenes. Es a lo que se le ha denominado resaca social.
Mi experiencia personal en consulta me ha desvelado que muchas personas de esta edad acusan desde ese momento la sensación de no sentirse capaces de «conectar» con sus iguales. Sienten que no disfrutan de situaciones sociales con muchas personas y experimentan ansiedad cuando están rodeadas de alguien que acaban de conocer.
Redes sociales
Las redes sociales se han convertido en un refugio para muchas personas jóvenes que se sienten mal. Cabe destacar que un uso adecuado de las mismas es positivo. De hecho, en parte gracias a ellas la desconexión social durante el confinamiento no fue total.
Pero hay dos factores que pueden afectar negativamente a las personas jóvenes:
• Un uso excesivo o como evitación de momentos de ansiedad. Esto puede provocar que se refugien en las redes con el objetivo de sustituir situaciones sociales en vivo.
• Un uso sesgado. Tal situación les podría exponer únicamente a contenido con el que pueden compararse negativamente. Incluso a publicaciones que muestren expresión de dolor emocional por parte de personas desconocidas (por ejemplo, imágenes de autolesiones).
Frustración laboral
La generación millennial fue educada en una «meritocracia» muy enfocada al éxito laboral y socioeconómico condicionado al esfuerzo. Frases como «Si te esfuerzas, conseguirás lo que te propongas», seguro que las han escuchado la mayoría de ellos.
Es una generación que se ha esforzado por conseguir sus objetivos de vida pero con un resultado de frustración en muchos casos. Los estudios universitarios se equiparaban con éxito laboral y, sin embargo, cuando acabaron dicho periodo, se produjo una crisis económica que no permitió que se pudieran desarrollar en el trabajo. Ahora pueden sentir miedo a que suceda lo mismo a raíz de la pandemia.