Por Bruno Cortés
México promete humanidad y entrega metralla: el doble discurso migratorio
Qué curioso es que en cada foro internacional, México jura que los migrantes son “hermanos latinoamericanos”, pero en la frontera sur les manda a la Guardia Nacional con más entusiasmo que a una marcha del Zócalo. La ONU ya se dio cuenta —con su característico tacto diplomático— y el próximo 15 de abril le va a pasar a México una receta que no trae ni mole ni tequila, sino recomendaciones sobre cómo no seguir convirtiendo el tránsito migrante en un campo de batalla institucionalizado.
Cuando el INM guarda silencio y los muertos gritan
La ONU está preocupada, y con razón. No porque le caiga mal México (aunque razones no faltan), sino porque este país ha sido consistentemente negligente con los migrantes. El incendio en Ciudad Juárez donde murieron 40 personas —porque alguien pensó que dejar la puerta cerrada en llamas era una buena idea— no ha tenido una respuesta digna ni por parte del INM ni de la Fiscalía. ¿Y qué hizo México cuando el Comité de la ONU le pidió explicaciones? Se hizo el disimulado. Como si no supieran de qué les hablaban. Como si la sangre no manchara las estaciones migratorias, sino las hojas del expediente.
Migrantes: de carne de cañón a fantasmas institucionales
El Comité de la ONU no es cualquier ONG gritona. Es el órgano especializado en monitorear cómo los países tratan a quienes cruzan sus fronteras. Y México, país de origen, tránsito y retorno, está reprobado. Se lo ha ganado con fosas clandestinas, cuerpos sin nombre y madres buscando a sus hijos desaparecidos entre papeles mojados por la lluvia de la indiferencia burocrática.
Masacre de 72 en 2010.
San Fernando en 2011.
Cadereyta en 2012.
Camargo en 2021.
Cristóbal Cobreiro, Victoria Salazar, Ciudad Juárez 2023…
Una historia de terror con producción mexicana, sin justicia, sin castigo, y sin final feliz.
Guardia Nacional: soldado de paso, verdugo migrante
Aquí es donde entra el elefante armado en la habitación: la militarización del control migratorio. Se dice fácil, pero se traduce en balas, en detenciones arbitrarias y en una política pública que cree que un soldado puede hacer el trabajo de un defensor de derechos humanos. Spoiler: no puede. Y lo peor es que el gobierno lo sabe. Lo ha sabido desde que decidió meter al Ejército hasta en la cocina del Instituto Nacional de Migración. No es una política, es una renuncia a la protección civil.
Impunidad: el verdadero muro
Los datos son tan escandalosos que dan vergüenza ajena: de 2019 a 2025, solo 53 sentencias por delitos contra migrantes. De esas, 10 fueron absolutorias. En un país donde cada semana aparece una fosa o una denuncia por extorsión a migrantes, eso no es justicia. Es negligencia sistematizada. Es burocracia con sed de venganza contra los que menos pueden defenderse.
¿Y el gobierno? Contestando a lo AMLO: “yo tengo otros datos”
Hasta ahora, la respuesta oficial es el silencio. ¿Qué necesidad hay de hablar, si siempre se puede prometer una “mesa de trabajo” que nunca se instala? ¿Para qué enviar a la FGR o al INM a las audiencias si podemos fingir que no pasa nada? La estrategia es clara: dejar pasar, dejar hacer… y dejar morir, si es necesario. Porque la política migratoria de México no protege a nadie: ni a los que llegan, ni a los que se van, ni a los que buscan.
Lo que viene: recomendaciones que ojalá no terminen en PDF archivado
El 15 de abril, la ONU pondrá los puntos sobre las íes. Pedirá más investigaciones, coordinación, reparación del daño, políticas reales y menos soldados. Suena bien, ¿no? Pero ya conocemos la fórmula nacional: se recibe el informe con una sonrisa, se promete revisión y luego se guarda en una bonita carpeta que dice “asuntos pendientes”. La pregunta es si esta vez será diferente. Si alguien en Palacio Nacional, en Gobernación o en la SRE levantará la ceja y dirá: “esto sí va en serio”.
Mientras no se transforme la política migratoria mexicana en una estrategia verdaderamente humanista, las muertes seguirán sumándose. Y cada informe de la ONU será un recordatorio incómodo de lo que todos sabemos, pero pocos se atreven a enfrentar: que en México, para los migrantes, la legalidad es una promesa hueca, y el camino hacia el norte está sembrado de militares, impunidad y tumbas sin nombre.
Porque si el Estado no puede protegerlos, al menos que no los mate. ¿O es mucho pedir?