Por Bruno Cortés
La transición hacia una economía circular en México enfrenta obstáculos significativos, como la falta de un marco regulatorio sólido, infraestructura insuficiente para el reciclaje y la reutilización, y una limitada concienciación tanto en consumidores como en el sector empresarial.
En un país donde la economía lineal ha predominado durante décadas, la adopción de un modelo circular se presenta como una solución innovadora y sostenible para enfrentar la crisis ambiental y maximizar el valor de los recursos.
Sin embargo, la implementación de la economía circular en México no es tarea sencilla. La falta de infraestructura adecuada para la recolección, clasificación y reciclaje de residuos es una de las principales barreras técnicas. Muchos municipios carecen de instalaciones eficientes para gestionar los flujos de materiales de manera circular.
Además, la ausencia de estándares uniformes para materiales reciclables y procesos circulares dificulta la adopción de prácticas sostenibles a gran escala. Sin una normativa clara, las empresas y los consumidores carecen de directrices para orientar sus acciones hacia la sostenibilidad.
La resistencia al cambio cultural es otro desafío importante. Las empresas y los consumidores pueden ser reacios a adoptar nuevos modelos de negocio y hábitos de consumo debido a la inercia cultural y la falta de información sobre los beneficios de la economía circular.
A pesar de estos obstáculos, se han dado pasos hacia la implementación de la economía circular en México. La Estrategia Nacional para la Implementación de la Agenda 2030 en México busca promover el desarrollo sostenible en el país, incluyendo la transición hacia una economía circular.
Sin embargo, la falta de recursos y la resistencia al cambio siguen siendo barreras significativas. La implementación de políticas públicas efectivas enfrenta desafíos como la falta de recursos, la resistencia al cambio y la complejidad del proceso de implementación.
Superar estos desafíos requiere una inversión adecuada en infraestructura y tecnología, el desarrollo de políticas favorables, la educación y sensibilización, y la colaboración entre sectores. Con estos esfuerzos, es posible avanzar hacia un modelo económico más sostenible que beneficie al medio ambiente y a la sociedad en su conjunto.