En una entrevista reciente, el Coordinador General de Política y Gobierno de la Presidencia de la República, Rabindranath Salazar Solorio, enfatizó la necesidad urgente de una transición hacia energías más sostenibles. Ante la creciente incidencia de olas de calor mortales alrededor del mundo, se vuelve imperativo evaluar las estrategias de energía a largo plazo. Un estudio de la ETH Zúrich respalda esta urgencia, señalando que las olas de calor y la mortalidad relacionada con ellas están en aumento.
Latinoamérica se presenta como un caso único y prometedor. La región ya genera el 60% de su energía eléctrica de fuentes renovables, lideradas principalmente por la energía hidroeléctrica. Además de esto, la región ha comenzado a diversificar su matriz energética con energía solar, eólica, biomasa y geotérmica.
En el caso específico de México, los estados de Oaxaca, Baja California Sur, Coahuila, Hidalgo, Quintana Roo y Zacatecas, así como la Península de Yucatán, muestran un gran potencial para la obtención de energía solar. Esto pone a México en una posición estratégica para liderar la transición hacia energías más limpias en la región.
Sin embargo, el camino hacia un futuro más verde está lleno de obstáculos. Uno de los mayores riesgos es el impacto sobre los mercados globales, las cadenas de suministro y la geopolítica. Además, la gobernanza débil, los subsidios mal dirigidos y la falta de coordinación pueden paralizar el progreso hacia un modelo más sostenible.
Según estimaciones, la transición hacia energías verdes podría añadir un 10.5% más de nuevos empleos para el 2030 en América Latina y el Caribe. Esto no sólo sería una victoria para el medio ambiente, sino también un impulso significativo para la economía regional.
Para asegurar una transición exitosa hacia las energías verdes, la política debe enfocarse en la coordinación de estrategias de fijación de precios de carbono, complementadas con una gobernanza sólida. El momento para actuar es ahora, y el margen de error es cada vez más estrecho.