México con deuda equivalente al 51% de su PIB «Deuda que ladra… también muerde»

Por Bruno Cortés

Mientras el gobierno presume un «presupuesto completo y balanceado», los intereses de la deuda ya se comen más dinero que el sistema de salud. Bienvenidos al sexenio donde el fisco aprieta sin ahorcar… todavía.

La escena es esta: un país con deuda equivalente al 51% de su PIB (más de 17 billones de pesos), pagando 1.15 billones en intereses y destinando 3.4% de todo lo que produce a mantener contentos a los acreedores. Para ponerlo claro: el gobierno gasta más en pagar deuda que en curar mexicanos. Y luego nos dicen que todo va según lo planeado.

Deuda de altura, ingresos de bajada

No es que debamos como Argentina, pero tampoco estamos para echar campanas fiscales al vuelo. En la OCDE, el promedio de deuda ronda el 90% del PIB. México está por debajo, sí, pero eso no lo convierte en alumno modelo cuando llevamos el nivel más alto desde los gloriosos ochenta.

Y es que aquí nos endeudamos sin subir impuestos, sin ampliar la base tributaria y con una economía que crece, digamos, a paso de Tren Maya. Mientras los ingresos se estancan en 22% del PIB, el gasto brinca hasta 27%. Esa diferencia, amigos, se llama «pérdida de la inocencia fiscal».

El dilema es simple pero brutal: si gastas más de lo que ganas, alguien tiene que poner la diferencia. Y ese alguien ha sido, cada vez más, el mercado de deuda. Los inversionistas están dispuestos a prestar, claro… mientras haya garantías, confianza y tasas atractivas. Pero ese crédito viene con intereses que no perdonan ni domingos ni discursos.

Las obras que no terminan y los subsidios que no descansan

De los billones que se han pedido prestados, buena parte fue para la tríada sagrada: el Tren Maya (que costó más de lo que se habló), Dos Bocas (que sigue echando humo pero no de petróleo), y el AIFA (donde las salas esperan con paciencia franciscana).

Y del otro lado, tenemos los programas sociales que son tan universales como costosos. Tan solo en 2025, la pensión para adultos mayores y otros programas de Bienestar se llevarán 836 mil millones de pesos. Un aplauso para la justicia social, pero otro para los contadores que logran que eso cuadre.

Por si fuera poco, Pemex sigue aspirando recursos como si fuera pulmón estatal. Con deuda propia de más de 100 mil millones de dólares y calificación de «bono basura», necesita apoyo constante para no explotar… en los mercados financieros. Y como no hay cena gratis, el apoyo a Pemex también se está pagando con deuda pública.

La participación de la SEDENA en la ejecución y operación de obras, aunque eficiente en algunos rubros, también representa un gasto no menor que se mueve con discrecionalidad. Hay trenes, aeropuertos y hoteles militares, pero aún no está claro cuánto de eso realmente dinamiza la economía. Si el futuro se construye con cemento, mínimo debería venir con transparencia.

Calificadoras con el ceño fruncido

Moody’s ya se puso nerviosa: en noviembre de 2024 bajó la perspectiva de México a negativa. La razón: un combo de reforma judicial dudosa, déficit galopante y deuda al alza. Si esto sigue, podríamos perder el grado de inversión. Y cuando eso pasa, el dinero que nos prestan se encarece. Se estima que la degradación podría costar hasta 74 mil millones de pesos más en intereses anuales.

¿Quién los paga? Pista: no son los diputados.

También las calificadoras están mirando con lupa el famoso «plan de consolidación fiscal» que Sheinbaum promete. Porque si los mercados detectan que hay más voluntad de gasto que de orden, el humor financiero se enfría más rápido que una promesa en campaña.

Trump, el arancelero mayor

Para rematar, la nueva amenaza naranja desde el norte: aranceles del 25% a productos mexicanos. Con 80% de nuestras exportaciones rumbo a Estados Unidos, eso es como ponerle tapón a la vena principal. Menos exportaciones, menos crecimiento, menos impuestos… más deuda.

Sheinbaum ha dicho que todo está bajo control. Que hay plan. Que hay disciplina. Pero si la economía se estanca (como muchos analistas prevén), reducir el déficit del 6% al 3.9% en un año suena tan creíble como un ajuste de sueldos en San Lázaro.

En este escenario, el tipo de cambio se mueve, los precios suben, y la deuda en dólares se encarece. Es una triple combinación que podría golpear la estabilidad fiscal, justo cuando más se necesita prudencia.

¿Hay salida? Sí, pero con bisturí

El endeudamiento no es, por sí solo, una condena. Pero lo es si sirve solo para tapar hoyos y no para construir puentes fiscales. Si las megaobras no generan crecimiento y los programas sociales no se acompañan de una reforma hacendaria real, lo que hoy es «manejable» podría ser insostenible mañana.

México necesita más ingresos, menos simulación y un manejo prudente del poder (no solo del presupuesto). De lo contrario, seguiremos ladrando sobre soberanía, mientras la deuda nos muerde cada vez más fuerte.

Y como dicen en los pasillos del Congreso: «Endeudarse no es malo, siempre y cuando tengas con qué pagar y para qué deber». El reto no es el crédito, sino la credibilidad.

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