México: 21 días claves para la paz en Colombia
De lograrlo, sería una clarinada esperada por el pueblo colombiano el cual, después de más de seis décadas de una violencia armada sin descanso, vio la luz al final del túnel hace casi 11 años con las fructíferas negociaciones en La Habana, Cuba, entre el gobierno de Juan Manuel Santos y las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia.
Lamentablemente el proceso fue frustrado por la traición del expresidente Iván Duque. La victoria electoral del ahora presidente Gustavo Petro, es un aire renovador y de esperanza para los colombianos.
México, cuya vocación pacifista y respeto a los principios de política exterior consagrados en la Constitución, abrió las puertas del país para arropar el segundo ciclo de conversaciones de paz, después del encuentro muy positivo realizado en Caracas, entre el gobierno y el ELN.
Es, probablemente, la reunión de este tipo más importante y estratégica que se realiza desde la de La Habana en noviembre de 2012 pues tiene lugar en un contexto regional de mucha trascendencia para las fuerzas progresistas.
Las partes en las negociaciones admitieron que protagonizan un intento muy difícil en el que se requiere de mucha voluntad y comprensión mutua, pero por suerte ambos con una idea muy clara de que a Colombia le llegó el momento de vivir en paz.
En este segundo ciclo como se le ha denominado oficialmente hay numerosos temas de debates y negociación, pero al delimitarlos, uno y otro concuerdan que la consecución de un cese el fuego bilateral es indispensable para continuar el diálogo y trabajar de manera firme por la paz. Ya los 21 días para lograrlo comenzaron a correr.
Uno de los asuntos clave relacionado con este propósito es cómo hacer de la población un sujeto activo no solamente del cese el fuego, sino de todo el entramado que le sigue a ese primer paso, para que no se repita lo que perpetraron las fuerzas uribistas con el expresidente Duque.
Es importante que esa apreciación haya sido señalada tanto por el jefe negociador del gobierno Otty Patiño, como el del ELN Pablo Beltrán, pues demuestra una voluntad compartida de satisfacer las ansias de paz del colombiano común.
En ese sentido hay una coincidencia en que no basta una disminución de las hostilidades y la violencia mediante una tregua bilateral, sino acuerdos dirigidos a eliminar las causas más profundas y permanentes del conflicto y que la paz realmente redunde en una mejora en la vida de las comunidades en todo el país.
Esos objetivos no se concretan de un día para otro ni mediante decreto, sino a lo largo de un proceso calmado, bien estudiado e institucionalizado, como fue invocado en la ceremonia inaugural por los oradores, incluido el canciller Marcelo Ebrard, al dar la bienvenida a las delegaciones y representantes de los países garantes.
Beltrán adelantó algo muy importante al asegurar que de este segundo ciclo saldrá la agenda definitiva de negociaciones y se diseñará la fórmula para incluir la participación de la sociedad civil en el proceso, así como acuerdos “que se implementen de inmediato” para dar alivio a las regiones y poblaciones que más sufren el conflicto.
Patiño también adelantó ideas positivas al explicar que el método que los guía en este ciclo es que todo lo que se acuerde en la mesa sea implemente en los territorios. Es necesario empoderar a las comunidades para que también sean coautoras en la construcción de un nuevo Estado.
Teóricamente no debe de surgir conflicto al respecto. Antonio García, máximo comandante del ELN, ha expresado que su organización busca una identidad propia aun cuando llega a la mesa de diálogo en México como la última guerrilla activa en Latinoamérica.
Hay un prudente optimismo acerca de la evolución de este nuevo ciclo a pesar de la enorme complejidad que rodea al conflicto colombiano, pero los negociadores tienen a un gran anfitrión, que es México, con un gobierno constructor del diálogo y de la paz.