Mario Vargas Llosa y el fútbol: la pasión que desafiaba los prejuicios

La muerte de Mario Vargas Llosa este domingo, a los 89 años, no solo deja un vacío en las letras universales, sino también en el mundo del fútbol, al que dedicó parte de su vida como aficionado, jugador e incluso cronista. El escritor peruano, ganador del Premio Nobel de Literatura en 2010, desafió siempre la idea de que el deporte y la cultura eran ámbitos opuestos. Para él, el fútbol era tan emocionante como complejo: «emocionante y vacío», lo definió en una ocasión, capturando su esencia contradictoria y fascinante.

Su vínculo con el balompié comenzó en la infancia. Vistió la camiseta crema del Universitario de Perú en su juventud, donde compartió cancha en las divisiones menores. Aunque no llegó al profesionalismo, conservó como ídolos a figuras legendarias del club como «Lolo» Fernández y «Toto» Terry. «El más grande para mí», confesó en una entrevista con RPP, demostrando que su amor por el fútbol no era un capricho, sino una pasión arraigada.

Pero fue en 1982 cuando Vargas Llosa llevó su mirada literaria al deporte. Como cronista del Mundial de España para El País, narró con entusiasmo el partido inaugural entre Bélgica y Argentina. «Basta de escribir, vamos a divertirnos un poco», anotó, reflejando la alegría espontánea que el fútbol le inspiraba. Esa cobertura no fue un ejercicio ajeno a su obra: en sus artículos, defendió que el deporte era un lenguaje universal, capaz de unir a «el inteligente y el tonto, el culto y el inculto».

Su conexión con el fútbol tuvo incluso un capítulo romántico. En su luna de miel en Río de Janeiro, insistió en visitar el mítico Maracaná para ver a Pelé. «Mi mujer siempre se burla de mí por eso», admitió. Aquel día, el Rey marcó dos goles contra Alemania, y el recuerdo quedó grabado como un símbolo de cómo el deporte y la vida se entrelazaban en su existencia.

En sus últimos años, su relación con el fútbol adquirió un matiz académico. Desde 2007, dirigió la Cátedra Real Madrid-Universidad Europea de Madrid, donde promovió el estudio del deporte como fenómeno cultural. «Uno de los ingredientes fundamentales de la sociedad», afirmó, rechazando la idea de que cultivar el cuerpo implicaba descuidar el espíritu. Incluso hizo el saque de honor en un partido del Real Madrid en 2010, junto a Iker Casillas, un gesto que resumía su creencia en la capacidad del fútbol para trascender fronteras.

Vargas Llosa demostró que la cultura no era incompatible con el deporte; al contrario, el fútbol era para él un reflejo de la vida misma: efímero, intenso y lleno de historias esperando ser contadas.

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