Por Israel Vera
En el corazón de la Ciudad de México, donde las calles están llenas de vida y el bullicio de los negocios nunca cesa, una revolución silenciosa está en marcha. Los robots y sistemas de inteligencia artificial se han convertido en compañeros habituales de los trabajadores, desde la manufactura hasta el servicio al cliente. Sin embargo, esta coexistencia no está exenta de tensiones. En las oficinas de una conocida empresa tecnológica, los empleados miran con recelo a los nuevos sistemas de IA que prometen hacer el trabajo más rápido, pero que también podrían dejarlos sin empleo.
María, una administrativa de 35 años con más de una década en su puesto, se encuentra frente a una pantalla donde un chatbot responde preguntas que antes eran su responsabilidad. «Siento que mi trabajo se va desvaneciendo», confiesa, mientras observa cómo el algoritmo maneja con destreza las consultas de los clientes. Su preocupación no es solo personal; es un reflejo del miedo colectivo a ser reemplazado por una máquina que no necesita descanso ni salario.
A nivel global, el debate se intensifica. Estudios recientes sugieren que entre el 20 y el 50% de los empleos podrían ser automatizados en las próximas décadas, impactando especialmente a los roles administrativos y manufactureros. Los sindicatos y organizaciones laborales están empujando por regulaciones que protejan no solo el empleo, sino también la dignidad y los derechos de los trabajadores en esta nueva era. La Organización Internacional del Trabajo (OIT) ha señalado la urgencia de políticas que garanticen una transición justa hacia un mercado laboral dominado por la IA.
La ética en la automatización es otro campo de batalla. En Europa, se está desarrollando un marco regulatorio que busca asegurar que la IA se utilice de manera responsable, transparente y sin sesgos. La pregunta es, ¿qué pasará en países como México, donde la legislación laboral aún no ha alcanzado el paso de la tecnología? Las voces desde el mundo académico y activista piden leyes que no solo protejan el empleo, sino que también aseguren que la IA no perpetúe o intensifique las desigualdades sociales o de género.
En una conferencia reciente, un panel de expertos discutió cómo la IA podría ser una herramienta de empoderamiento, creando nuevos empleos en áreas como el análisis de datos o la programación de sistemas inteligentes. Sin embargo, el entusiasmo es cauteloso. «Necesitamos educación y capacitación masiva para adaptarnos a estas nuevas demandas», argumentó uno de los ponentes, resaltando que sin una preparación adecuada, la promesa de nuevos empleos podría ser una ilusión para muchos.
El futuro del trabajo con IA no se dibuja únicamente en colores oscuros. En algunas fábricas del norte del país, los robots colaborativos o ‘cobots’ trabajan junto a los humanos, mejorando la eficiencia y reduciendo la carga física del trabajo. Aquí, la relación entre humano y máquina es de colaboración, no de competencia, lo que ofrece un modelo alternativo de cómo podría ser el empleo en un mundo con IA.
Sin embargo, la pregunta que todos se hacen es: ¿cómo encontrar el equilibrio? Mientras las empresas buscan maximizar beneficios y eficiencia, los trabajadores exigen seguridad y dignidad laboral. En la intersección de estas fuerzas, se están forjando nuevas alianzas entre empleadores y empleados, con la esperanza de que la tecnología no solo automatice, sino que también humanice el trabajo.