En un giro inesperado que dejó a todos con la boca abierta, el presidente francés Emmanuel Macron logró reunir en París a dos figuras clave del panorama internacional: el presidente electo de Estados Unidos, Donald Trump, y el mandatario ucraniano, Volodímir Zelenski. Este encuentro, que se cocinó a fuego lento y casi a última hora, se convirtió en el aperitivo perfecto antes del plato fuerte: la reapertura de la catedral de Notre Dame.
La reunión, que duró apenas 35 minutos, fue como un rayo en cielo despejado. Trump, que llegó primero al Elíseo, fue recibido con un abrazo por Macron. «Bienvenido de nuevo», le dijo el francés, recordando los viejos tiempos. Poco después, Zelenski se unió a la fiesta, y los tres posaron para la foto del año sin soltar prenda.
Para Zelenski, este encuentro era más que una simple reunión. Era su oportunidad de oro para tantear a Trump, con quien apenas había cruzado un par de palabras por teléfono desde su elección en noviembre. Y es que el ucraniano tiene motivos para estar preocupado: Trump ha prometido resolver el conflicto con Rusia «en 24 horas» y no parece muy entusiasmado con seguir enviando ayuda a Kiev.
El magnate neoyorquino, en su primera salida internacional desde que ganó las elecciones, no perdió la oportunidad de soltar una de sus frases: «Parece que el mundo se está volviendo un poco loco en estos momentos». ¿Será una premonición de lo que nos espera en su segundo mandato?
El presidente francés se lució como anfitrión, logrando sentar en la misma mesa a dos figuras que, a priori, parecían irreconciliables. Un verdadero golpe diplomático que demuestra que París sigue siendo un punto de encuentro clave en la política internacional.
Aunque el conflicto ucraniano fue el plato principal, sobre la mesa también estuvieron otros temas calientes: la situación en Oriente Medio, el frágil alto el fuego en Líbano y la ofensiva rebelde en Siria. Un menú completo para una reunión exprés.
Tras el encuentro, los tres líderes se dirigieron a la catedral de Notre Dame para asistir a su reapertura, cinco años después del devastador incendio. Un símbolo de renacimiento que, quizás, pueda inspirar a estos líderes a buscar soluciones a los conflictos que azotan al mundo.
En resumen, París fue testigo de un encuentro que podría marcar el rumbo de la política internacional en los próximos años. ¿Logrará Trump cumplir su promesa de resolver el conflicto ucraniano en tiempo récord? ¿Conseguirá Zelenski el apoyo que necesita? Solo el tiempo lo dirá, pero una cosa es segura: la diplomacia francesa ha demostrado que sigue en plena forma.