Japón a 3 de enero, 2024.- Japón, una nación marcada por terremotos devastadores a lo largo de su historia, ha demostrado una asombrosa capacidad para aprender de la adversidad y fortalecer su resiliencia ante futuros desastres naturales. Este reportaje examina cómo la experiencia de Japón con los terremotos ha moldeado su enfoque en la mitigación de desastres y la construcción resistente. Además, explora cómo la reciente sacudida en Ishikawa es un recordatorio de la constante amenaza sísmica que enfrenta el país.
A pesar de que han pasado casi 13 años desde el trágico terremoto y tsunami de Fukushima, Japón aún vive bajo la sombra de su historia sísmica. El país, situado en el Cinturón de Fuego del Pacífico, enfrenta constantemente la posibilidad de terremotos y tsunamis, una realidad que ha dejado una profunda impresión en la psique colectiva de sus habitantes.
Para aquellos que han vivido en Japón, la idea de los temblores es parte de la vida diaria. Sin embargo, el terremoto y tsunami del 11 de marzo de 2011 dejaron cicatrices imborrables en la memoria de la nación. Durante dos minutos, la tierra tembló de manera inimaginable, y lo peor estaba por venir: un tsunami arrasó la costa noreste, transmitido en tiempo real por medios de comunicación, dejando un rastro de devastación.
Este evento traumático dejó una marca profunda en la psicología de la población. La gente comenzó a buscar refugio en edificios construidos con las últimas normas de seguridad sísmica y lejos de áreas propensas a inundaciones. La obsesión por la antigüedad de los edificios se apoderó de muchos, y buscaron viviendas construidas después de 1981, cuando se actualizaron las regulaciones sísmicas.
El trauma de 2011 regresó a la memoria de Japón el lunes, cuando un terremoto de magnitud 7 sacudió Ishikawa, provocando temores de un tsunami. Aunque el número de muertos aumenta, el país ha demostrado una notoria resiliencia frente a este desastre.
Japón ha invertido décadas en la mitigación de desastres y la construcción resistente a terremotos. A lo largo de su historia, cada terremoto ha servido como una lección para mejorar la infraestructura y las regulaciones de construcción. El Gran Terremoto de Kanto en 1923, por ejemplo, llevó a la creación del primer código de construcción resistente a terremotos.
En 1981, Japón dio otro paso adelante al requerir medidas de aislamiento sísmico en todos los edificios nuevos. Tras el terremoto de Kobe en 1995, se reforzaron aún más las regulaciones de construcción.
En 2011, cuando Japón enfrentó un terremoto de magnitud 9.0, los edificios modernos resistieron el impacto. La lección aprendida fue que el mayor peligro provenía del tsunami, no de los temblores en tierra.
Japón es un ejemplo de resiliencia y aprendizaje constante de sus experiencias con terremotos. A pesar de la amenaza constante de desastres naturales, el país ha perfeccionado su enfoque en la mitigación de desastres y la construcción resistente, lo que ha salvado innumerables vidas. La reciente sacudida en Ishikawa es un recordatorio de la importancia de estar preparados y aprender de la historia para enfrentar el futuro con valentía.