Ciudad de México, a 29 de junio de 2023.- Construido a un lado de la antigua Acequia Real, el edificio de la Alhóndiga mantiene hoy en día su primigenia función de almacén: aunque ya no resguarda los granos que abastecían a la capital novohispana, ahora, en 230 metros cuadrados, se distribuyen 1,600 cajas con los restos óseos de nuestros antepasados, los cuales aparecen día con día en salvamentos arqueológicos que se realizan en todo el país, y que pueden ir desde un cráneo hasta las osamentas de centenares de individuos.
La también conocida como Casa del Diezmo, localizada en el barrio de la Merced, en el Centro Histórico de la Ciudad de México, es sede de la Sección de Bioarqueología de la Dirección de Salvamento Arqueológico (DSA), del Instituto Nacional de Antropología e Historia (INAH), instancia de la Secretaría de Cultura del Gobierno de México.
Se trata de un área especializada con casi medio siglo, según indica su coordinador, el antropólogo físico Jorge Arturo Talavera González, quien recuerda que cuando se formó el Departamento de Salvamento Arqueológico, a mediados de la década de 1970, por el arqueólogo Ángel García Cook, uno de los objetivos era contar con espacios que sirvieran de apoyo, a nivel académico y técnico, para los diversos proyectos de salvamento y rescate que se realizan en el país, así nació la Sección de Antropología Física, la cual estuvo a cargo de la maestra Rosa María Peña Gómez.
Hace poco más de una década, a petición del entonces director de Salvamento Arqueológico, Manuel Pérez Rivas, esta se reactivó bajo un nuevo nombre: Sección de Bioarqueología, extendiendo sus propósitos más allá de dar apoyo en el estudio osteológico de los proyectos, y formar cuadros de investigación en la estrategia bioarqueológica, desde la intervención en campo, laboratorio, procesamiento de datos, informes y publicación de resultados.
Además de lo anterior, refiere Arturo Talavera, se intercambia información con otras osteotecas del INAH y se establecen convenios con instituciones para investigaciones que requieren otro tipo de infraestructura o tecnología, lo que incluye estudios arqueométricos o afines: ADN, colágeno residual, paleodieta, procesos patológicos, líneas incrementales del cemento dental, entre otros.
Destaca que para el correcto estudio de las colecciones osteológicas a nivel nacional, este se basa en un modelo interdisciplinario que combina la arqueología, la antropología física y la etnografía, de manera que la capacitación de expertos –que va de arqueólogos a criminalistas– “busca enseñarles cómo optimizar la información procedente de los entierros humanos, desde el trabajo en campo”.
Es así como en casi 11 años, la Sección de Bioarqueología de la DSA ha analizado 113 colecciones óseas y, en fechas recientes, 64 de ellas se han subido al Sistema Único de Registro Público de Monumentos y Zonas Arqueológicos e Históricos. Este material cuenta con informes técnico-académicos, producto de las labores en campo y en laboratorio, denuncias, peritajes y colaboraciones con dependencias del INAH y externas.
Al respecto, destaca la cooperación que se tuvo con la otrora Procuraduría General de la República, en un caso internacional de desaparición forzada y violación de derechos humanos, concerniente al señor Rosendo Radilla Pacheco, privado de su libertad el 25 de agosto de 1974, a manos de efectivos del ejército. Los expertos apoyaron en prospecciones y excavaciones en diversos puntos de interés en Atoyac de Álvarez, Guerrero, sin que se localizaran fosas clandestinas, aunque sí basureros de los años 60, donde, incluso, se recuperaron insignias del Batallón 49, botones de trajes militares y 300 ojivas sin percutir.
Talavera González explica que durante el proceso de excavación, marcado e inventario de entierros, los cuales pueden corresponder a grupos precerámicos o a las épocas prehispánicas, virreinal, del siglo XIX e inicios del XX, es posible observar ciertas patologías, marcas de actividad o tafonomía.
Señala la presencia de alteraciones congénitas derivadas de la endogamia en tiempos prehispánicos, como ejemplifican varias osamentas del periodo Posclásico Temprano (1250-1400 d.C.), recuperadas en un salvamento arqueológico en la avenida Aquiles Serdán, en Azcapotzalco, Ciudad de México. Esta colección es analizada por la antropóloga física Yadira Tapia Díaz, y ha sido sometida a diversos estudios en el Instituto Max Planck de Física, en Alemania.
No obstante, finaliza, otro material permanece inédito, como el derivado del salvamento arqueológico en la avenida Reforma 159, también en la capital mexicana: 17 cajas con 109 cráneos de ambos sexos, 93 cajas con 155 entierros primarios, dos con concentraciones de hueso cremado (osarios) y 28 costales con material óseo aislado. De ahí que la Sección de Bioarqueología representa una veta inagotable para comprender la evolución de las poblaciones que han habitado el territorio que hoy llamamos México.
Talavera González participó en el seminario permanente “Bioética, manejo y conservación de restos humanos”, organizado por la DAF, y que se transmite mensualmente por el canal de YouTube de la Coordinación Nacional de Antropología.