Por Bruno Cortés
En un día soleado en la Ciudad de México, mientras la brisa suave se colaba por las ventanas del Palacio Nacional, la presidenta Claudia Sheinbaum mantuvo una postura de serenidad y paciencia inquebrantables. Con una sonrisa tranquila, Sheinbaum se dirigió a la prensa, destacando la importancia de no apresurarse ante las decisiones arancelarias de Estados Unidos. «No hay que acelerarse», fueron sus palabras, resonando en el ambiente cargado de incertidumbre económica.
La mañana había comenzado con la noticia de que Canadá, uno de los principales socios comerciales de Estados Unidos, sería el primero en sentir el impacto de estos nuevos aranceles. La administración estadounidense, bajo el liderazgo del presidente Donald Trump, había decidido aplicar estos impuestos para proteger, según ellos, la economía norteamericana de lo que percibían como desventajas comerciales. El anuncio, aunque esperado, cayó como una bomba en el continente, haciendo eco en los mercados globales.
En México, el ambiente era de vigilancia. Los comerciantes y empresarios, con el oído pegado a los noticieros, esperaban ansiosos cualquier declaración oficial que pudiese dar pistas sobre el posible impacto en su país. Sheinbaum, con su tono firme pero conciliador, intentó tranquilizar a la población y al sector empresarial, recordando que México ya tiene «un plan A, B y C» para cualquier decisión que Estados Unidos tome.
La presidenta, en su discurso, no solo buscó apaciguar los ánimos, sino también transmitir confianza en la capacidad de México para enfrentar este desafío. «Mantenemos el diálogo con Estados Unidos», dijo, subrayando la importancia de la comunicación y la cooperación en estos tiempos de tensión comercial. Las palabras de Sheinbaum se extendieron rápidamente por las redes sociales, donde los ciudadanos mexicanos compartieron su esperanza en que la diplomacia y la estrategia económica del país prevalezcan.
Detrás de la serenidad de Sheinbaum, se podía sentir la complejidad de la situación. Los aranceles no solo afectarían a Canadá y potencialmente a México, sino que podrían desencadenar una guerra comercial que pondría en riesgo miles de empleos y el flujo de bienes esenciales entre las naciones norteamericanas. La industria automotriz, uno de los pilares de la economía mexicana, estaba en vilo, con los directivos calculando los posibles escenarios de costos y pérdidas.
Mientras tanto, en Canadá, el primer ministro Justin Trudeau se preparaba para una conferencia de prensa donde se esperaban anuncios sobre la respuesta canadiense a estos aranceles. La comunidad empresarial canadiense, al igual que la mexicana, se encontraba en un estado de alerta, preparándose para lo que podría ser un periodo de ajustes y negociaciones intensas con su vecino del sur.
En este contexto de incertidumbre, la serenidad de Sheinbaum no solo fue un mensaje para México, sino un recordatorio para todo el continente de la importancia de la paciencia y la estrategia en tiempos de crisis comercial. La pregunta que se cierne en el aire es si esta calma será suficiente para navegar por las aguas turbulentas que se avecinan en el comercio internacional.