La Seguridad de AMLO: Un Presidente entre la confianza y el riesgo
Por Juan Pablo Ojeda
A medida que el reloj avanza hacia el final de su sexenio, el presidente Andrés Manuel López Obrador (AMLO) se encuentra en una encrucijada de confianza y vulnerabilidad. En un país clasificado como de “alto riesgo” por su creciente inseguridad y los conflictos entre cárteles de la droga, la pregunta persiste: ¿tendrá el presidente un equipo de seguridad especial al concluir su mandato el 30 de septiembre? La respuesta es incierta, y refleja tanto su filosofía política como la realidad compleja que enfrenta México.
Desde que asumió el cargo en diciembre de 2018, AMLO ha defendido un modelo de seguridad poco convencional. Con un cuerpo de seguridad que incluye 10 hombres y 10 mujeres, todos ellos sin armas y conformados por médicos y profesionales, ha intentado distanciarse de las prácticas tradicionales de seguridad presidencial. “La gente me va a cuidar y yo sé que la gente me va a respetar”, afirmó en su reciente conferencia de prensa, dejando claro que confía más en el respaldo popular que en la fuerza bruta.
Sin embargo, la inseguridad en México es alarmante. Según el Secretariado Ejecutivo del Sistema Nacional de Seguridad Pública, en los primeros seis meses de 2023, el país reportó más de 18,000 homicidios dolosos, un incremento que ha puesto en jaque a diversas administraciones. En este contexto, las decisiones de AMLO parecen desafiar la lógica común de protección personal. ¿Es realmente suficiente la confianza en el pueblo, o se trata de una estrategia política más que de una cuestión de seguridad?
El Estado Mayor Presidencial, que en el pasado era la columna vertebral de la protección de los mandatarios, ha sido reformado bajo la administración de AMLO. Aunque sigue operando con un cuerpo de Guardias Presidenciales y el 24 Batallón de Infantería de Marina, el enfoque ha cambiado drásticamente. Este replanteamiento no solo refleja su estilo personal, sino también un intento de alinearse con su narrativa de transformación y austeridad.
La vida después de la presidencia también ocupa la mente de AMLO. Después de entregar la banda presidencial a Claudia Sheinbaum el 1 de octubre, planea refugiarse en su quinta en Palenque, Chiapas. “Me voy a quedar unos días para aclimatarme y luego me voy a ir”, indicó, pidiendo a los periodistas que no lo molesten. Quiere tranquilidad para disfrutar de sus pasiones: escribir y el béisbol, lo que contrasta fuertemente con la intensa carga que ha llevado durante su tiempo en el cargo.
Pero en su deseo de desconectar, AMLO también enfrenta la realidad de un entorno hostil. Misol Ha, la cascada en Chiapas que planea visitar, representa no solo un lugar de esparcimiento, sino un símbolo de la paz que busca recuperar tras años de intensa actividad política. La belleza natural del lugar contrasta con la lucha constante por la seguridad y la estabilidad en el país.
Mientras se acerca la fecha de su salida, el dilema de la seguridad personal se intensifica. ¿Seguirá confiando en la protección del pueblo, o se verá obligado a reconsiderar su estrategia? Este tema no solo toca la vida de AMLO, sino que refleja una sociedad que, a pesar de los desafíos, busca nuevos caminos hacia la seguridad y la paz.
El mandato de AMLO ha sido un viaje de confianza y riesgos, una narrativa que sigue desarrollándose. La elección de Claudia Sheinbaum como su sucesora podría ser un nuevo capítulo, pero la inseguridad seguirá siendo un tema central que afectará a todos los mexicanos.