Yucatán a 3 de julio, 2024.- La reciente instalación de una estatua de Poseidón en las playas de Progreso, Yucatán, ha generado controversia entre los habitantes de la región. La figura del dios de los mares en la mitología griega apareció repentinamente el pasado 28 de mayo, y desde entonces ha desatado una serie de reacciones que van desde la indignación hasta la superstición.
El gobernador de Yucatán, Mauricio Vila, anunció con entusiasmo la nueva atracción turística, ubicada en el malecón de Progreso. Sin embargo, la reacción no ha sido del todo positiva. Algunos yucatecos, como la tiktoker @vicky_wolff, han atribuido las recientes lluvias e inundaciones en la entidad a la colocación de la estatua. Según esta joven y otros usuarios de redes sociales, la instalación de la figura ha provocado la ira del dios maya de la lluvia, Chaac, causando fenómenos meteorológicos más intensos en la región.
La controversia se intensificó cuando se creó un evento en Facebook titulado «Ir a destruir la estatua de Poseidón», que rápidamente reunió a más de 30 mil interesados. Aunque el evento original desapareció de la red social, otros similares han surgido con la misma intención de derribar la estructura de fibra de vidrio de tres metros de altura. El primer evento consideraba destruir la figura el próximo 15 de julio, mientras que otros planean acudir el miércoles 3 de este mes.
Hasta la noche del 2 de julio, ni el ayuntamiento de Progreso ni el gobierno estatal han emitido una declaración oficial sobre esta amenaza. La especulación y el descontento de los habitantes continúan creciendo, especialmente con la cercanía del huracán ‘Beryl’, actualmente de categoría 4, que se espera impacte la Península de Yucatán en los próximos días.
La reacción de los yucatecos refleja una mezcla de superstición y protesta. Por un lado, algunos creen que la estatua de Poseidón ha alterado el equilibrio espiritual de la región, invocando la ira de Chaac. Por otro, la protesta podría estar impulsada por un rechazo a la imposición de símbolos culturales ajenos a la identidad local.
Mientras se acerca la fecha en la que los detractores planean derribar la estatua, las autoridades locales se enfrentan a un dilema. ¿Deberían retirar la figura para apaciguar a los residentes y evitar conflictos, o mantenerla como una atracción turística y símbolo de modernidad? La respuesta aún está por verse.