Por Bruno Cortés
La violencia contra periodistas en México sigue en aumento. En el último año (2023-2024), más de 500 agresiones fueron reportadas, lo que equivale a un ataque cada 16 horas. Pero, ¿por qué es tan importante hablar de esto? Porque la libertad de prensa está directamente relacionada con nuestro derecho a recibir información veraz y a que se le rindan cuentas a quienes están en el poder.
Desde la Sociedad Interamericana de Prensa (SIP) hasta organismos internacionales como Artículo 19, la preocupación es clara: los periodistas en México están en la mira, y la respuesta del gobierno ha sido insuficiente. Además, los comentarios despectivos y constantes críticas hacia los medios por parte del presidente Andrés Manuel López Obrador han generado un clima hostil que, según la SIP, podría estar incitando más violencia.
En lo que va del sexenio, 47 periodistas han sido asesinados. Este tipo de crímenes no solo impacta a las familias y comunidades de los afectados, sino que también genera una autocensura peligrosa entre los reporteros que, temiendo por su vida, prefieren no investigar o publicar información delicada. Como resultado, muchas regiones del país se han convertido en «zonas silenciadas», donde ya no es posible contar con un periodismo independiente.
Cuando se agrede a un periodista, no solo se atenta contra su vida o su trabajo; se pone en riesgo el derecho de todos a estar informados. ¿Cómo podemos tomar decisiones importantes si no tenemos acceso a información crítica y veraz? Además, cuando las agresiones a la prensa quedan impunes (en más del 95% de los casos), se manda un mensaje claro: en México, la libertad de expresión no está protegida.
Primero, es importante entender que la defensa de la libertad de prensa no es solo tarea de los periodistas, sino de toda la sociedad. Desde exigir respuestas a las autoridades hasta apoyar medios independientes, cada paso cuenta para garantizar que la información siga fluyendo y que quienes están en el poder rindan cuentas.