Por Berenice Perez
La Ciudad de México, conocida por su diversidad y riqueza cultural, enfrenta una transformación acelerada debido a la gentrificación. Este fenómeno, marcado por la llegada de residentes con mayor capacidad adquisitiva y la inversión en desarrollos inmobiliarios, está dejando huellas profundas en las comunidades locales.
Una de las consecuencias más palpables es el desplazamiento de habitantes originales. Colonias emblemáticas como Roma, Condesa, Juárez y el Centro Histórico, antes bastiones de la vida cotidiana de los capitalinos, están viendo cómo sus residentes históricos se ven forzados a abandonar sus hogares debido al aumento exorbitante en los costos de vida, especialmente en los precios de alquiler.
El incremento en el valor de las rentas no solo afecta a los habitantes de larga data, sino que también ha dado paso a la llegada de extranjeros con mayores recursos económicos. Esta oleada de nuevos residentes, junto con la expansión del desarrollo inmobiliario y comercial, está reconfigurando el paisaje urbano y provocando un encarecimiento generalizado de los servicios.
El fenómeno de la gentrificación no se limita a las zonas tradicionalmente acomodadas. En los últimos años, barrios populares como la Doctores y Guerrero han experimentado un aumento significativo en los precios de alquiler y una transformación en su demografía.
El impacto se extiende más allá de las viviendas. El sector inmobiliario ha sido testigo del auge de plataformas como Airbnb, que han contribuido aún más a la escalada de precios en la ciudad. La proliferación de alquileres turísticos ha generado un efecto en cadena, afectando aún más a las comunidades locales al desplazar la oferta de vivienda disponible para residentes de largo plazo.
La pandemia de COVID-19 ha actuado como un catalizador en este proceso. El aumento del trabajo remoto ha permitido a profesionales de diversas partes del mundo considerar la Ciudad de México como un destino atractivo para establecerse temporal o permanentemente. La llegada de nómadas digitales, atraídos por la combinación de calidad de vida y costos relativamente bajos, ha acelerado aún más la gentrificación en áreas urbanas ya vulnerables.
En medio de este panorama en constante cambio, surge la necesidad urgente de políticas públicas que protejan a las comunidades locales y promuevan un desarrollo urbano más inclusivo. La gentrificación puede traer consigo mejoras superficiales en la infraestructura y servicios, pero si no se aborda de manera equitativa, corre el riesgo de dejar a muchos de los habitantes originales al margen de los beneficios de la transformación urbana.