A lo largo de sus más de 60 años de vida, la historieta mexicana «La Familia Burrón» se ha convertido en un ícono cultural que ha marcado la vida de diversas generaciones en México. Esta historieta no solo nos ha hecho reír, sino que también nos ha ofrecido una mirada profunda y satírica a la complejidad de la Ciudad de México durante la segunda mitad del siglo XX y parte del siglo XXI.
El origen de una familia emblemática
En 1938, Gabriel Vargas inició la creación de esta historieta, que en sus primeros años llevaba el nombre de «El Señor Burrón» o «Vida de Perro» y aparecía en las páginas de la conocida historieta «Pepín». No obstante, fue en 1948 cuando «La Familia Burrón» cobró vida como una historieta independiente y comenzó a retratar la vida cotidiana de una familia mexicana.
Gabriel Vargas, el genio detrás de esta obra maestra, también trabajó en otras historietas notables, como «La Vida de Cristo», «Sherlock Holmes», «Los Chiflados», «La del Doce», «Don Jilemón», «El Caballero Rojo», «Poncho López» y «Los Superlocos». «Los Superlocos» fue precursora de «La Familia Burrón» y expresaba una clara crítica a la modernidad capitalista que estaba desplazando los vestigios de la Revolución Mexicana.
La edad de oro del cómic mexicano
Durante las décadas de los treinta a los cincuenta, México vivió lo que se conoce como la «Edad de Oro del Cómic». En esta época, la accesibilidad económica de las historietas permitió que personas de todas las clases sociales se sumergieran en el mundo de la lectura. Este período marcó el único momento en que todo México leía historietas y disfrutaba del humor y la creatividad que ofrecían.
Los barrios marginales de la Ciudad de México y sus habitantes se convirtieron en protagonistas de «La Familia Burrón». La historieta exploró temas como el soborno, las «mordidas» y la corrupción, presentándolos como parte integral de la vida diaria de sus personajes y generando un humor que reflejaba la realidad.
Gabriel Vargas: Cronista de la Ciudad
Gabriel Vargas, nacido en Tulancingo, Hidalgo, en 1918, comenzó su carrera como dibujante desde temprana edad. A los 11 años, ganó un concurso de dibujo en Osaka, Japón. A pesar de recibir una beca del gobierno mexicano para estudiar en Francia, optó por quedarse en su país y trabajar en medios impresos. A los 13 años, comenzó a trabajar en el periódico «Excélsior» y, a los 17, se convirtió en jefe del departamento de dibujo.
Vargas no solo fue un talentoso dibujante, sino también un agudo observador de su tiempo. Para él, la risa era una válvula de escape natural, incluso ante las adversidades. Su deseo era hacer reír a todas las personas, incluso a las que vivían en difíciles circunstancias.
La Ciudad y sus habitantes en «La Familia Burrón»
«La Familia Burrón» ofrece una representación detallada y humorística del diario acontecer urbano en la Ciudad de México. La historieta nos lleva desde las antiguas vecindades marginadas hasta las icónicas pulquerías de la ciudad. Gabriel Vargas logró crear un microcosmos en el que la ciudad misma se convirtió en un personaje, con sus calles, autos, tiendas, mercados y más, enriqueciendo las historias de la peculiar familia.
El contraste social es una parte fundamental de la historieta. Por un lado, tenemos a Cristeta Tacuche, la adinerada tía de doña Borola, que vive una vida lujosa y viaja por el mundo. Por otro lado, está Ruperto, el hermano de Borola, un ladrón reformado que se esconde de la policía.
El lenguaje coloquial en «La Familia Burrón»
Uno de los aspectos más destacados de la obra de Gabriel Vargas es el uso del habla urbana. La historieta juega con el lenguaje de las personas y libera su potencial creativo. El lenguaje coloquial se convierte en una herramienta para transmitir la viveza y la colorida expresión del español que se habla en la ciudad.
La risa como forma de resistencia
En «La Familia Burrón», Gabriel Vargas presenta un canto festivo de la supervivencia. La sátira y el sarcasmo con los que narra las aventuras de la familia, luchando contra los altos precios en el mercado o enfrentando situaciones difíciles, revelan la resistencia del mexicano ante las condiciones económicas y sociales adversas. El humor se convierte en un instrumento para diluir los problemas y aliviar las secuelas que la pobreza puede dejar en las personas.
Gabriel Vargas nos enseña, a través de su obra maestra, que incluso en medio de la pobreza, se puede encontrar una razón para aferrarse a la vida y enfrentarla con una sonrisa. «La Familia Burrón» no solo nos hizo reír, sino que también nos mostró la verdadera Ciudad de México y nos enseñó a reír de nosotros mismos.