El amor romántico no es solo un sentimiento efímero o un tema frecuente en canciones y películas; es una potente influencia cerebral que puede compararse con una droga. Estudios recientes, incluyendo uno dirigido por Helen Fisher del Instituto Kinsey de la Universidad de Indiana, han demostrado que estar enamorado puede modificar significativamente las zonas del cerebro asociadas al deseo, la motivación y la concentración.
Cuando las personas se enamoran, especialmente durante los embriagadores primeros momentos de una relación, experimentan cambios en su cerebro que son visibles en los escáneres de resonancia magnética. Estos cambios incluyen una mayor actividad en las áreas ricas en dopamina, un neuroquímico clave en los procesos de recompensa y placer.
Estos hallazgos no solo sugieren que el amor puede ser intoxicante, sino que también podría considerarse como una «adicción natural». Por ejemplo, en estudios comparativos, como el dirigido por Sandra Langeslag de la Universidad de Missouri, se encontró que algunas personas anhelan la presencia de su pareja de manera tan intensa como podrían desear una sustancia adictiva.
La investigación también ha mostrado que el enamoramiento puede afectar nuestra capacidad de concentración y memoria. Los participantes en estudios de Langeslag reportaron pensar en su pareja aproximadamente el 65% del tiempo que estaban despiertos, lo que afectaba su habilidad para enfocarse en otras tareas. Sin embargo, mostraban una mayor retención de detalles específicos sobre su amado.
Otro aspecto intrigante del amor es su capacidad para hacer que las personas sean «ciegas» a los defectos de sus parejas. Lucy Brown, de la Facultad de Medicina Albert Einstein, descubrió que los enamorados mostraban menor actividad en partes del cerebro responsables de la toma de decisiones críticas y la evaluación de otros. Esto podría explicar el fenómeno del «amor ciego», donde los defectos del ser amado son ignorados o minimizados.
Este tipo de amor, que va más allá de la lujuria y se diferencia del apego de largo plazo, parece ser una estrategia evolutiva para asegurar la reproducción y la supervivencia de nuestra especie. Fisher afirma que el amor romántico es un impulso básico de apareamiento que evolucionó para favorecer la transmisión del ADN a generaciones futuras, lo que justifica la intensidad con la que puede afectar nuestras vidas.