Imane Khelif, la talentosa boxeadora argelina de 25 años, ha alcanzado la gloria en los Juegos Olímpicos de París 2024, llevándose la medalla de oro en la categoría de 66 kilos tras derrotar a la china Liu Yang en una final electrizante en el icónico escenario de Roland Garros. Este triunfo no solo la convierte en la segunda medallista de oro en boxeo de Argelia, después de Hocine Soltani en 1996, sino que también es la respuesta perfecta a las críticas y dudas que han rodeado su carrera.
Desde que fue descalificada en el Campeonato Mundial de Boxeo en 2023 por la Asociación Internacional de Boxeo (IBA), Khelif ha estado en el centro de un acalorado debate sobre su género. La IBA, dominada por Rusia, la expulsó del torneo en Nueva Delhi debido a una controvertida prueba de elegibilidad que, según el Comité Olímpico Internacional (COI), estaba «irremediablemente defectuosa». A pesar de estos desafíos, el COI defendió firmemente el derecho de Khelif a competir en París, calificando las críticas como un «discurso de odio» y defendiendo su dignidad como atleta.
La victoria de Khelif en París es aún más significativa considerando el apoyo que recibió del público. Roland Garros, que ha sido testigo de históricos momentos deportivos, esta vez vibró con los golpes precisos de la argelina. Sus compatriotas y los espectadores franceses la animaron sin cesar, especialmente en una final que puso fin a meses de especulaciones y controversias.
A lo largo de su participación en los Juegos, Khelif no perdió un solo asalto en sus primeras peleas, y su determinación quedó demostrada cuando su primera rival, la italiana Angela Carini, abandonó el combate tras solo 46 segundos debido a la contundencia de sus golpes. Este episodio desató una ola de comentarios internacionales, incluyendo críticas de figuras como Donald Trump y JK Rowling, quienes cuestionaron la elegibilidad de Khelif.
Pero Khelif no se dejó intimidar. Con su oro olímpico en mano, ha demostrado que su lugar en la historia del deporte no es fruto de la casualidad, sino de su innegable talento y perseverancia. Al ritmo de música argelina y con el himno de su país resonando en Roland Garros, Khelif celebró su triunfo como la campeona que es, llevada en hombros por el ring, mientras el estadio rugía de emoción.
Este oro no solo es un triunfo personal para Khelif, sino también un símbolo de resistencia y superación, marcando un hito en la historia del deporte argelino y en la lucha por la igualdad en el deporte a nivel mundial.