Estados Unidos a 23 de julio, 2024.- El pasado 13 de julio, el candidato presidencial republicano Donald Trump fue herido por una bala durante un mitin de campaña, un evento que ha llevado a la renuncia de Kimberly Cheatle como directora del Servicio Secreto de Estados Unidos. La decisión de Cheatle se dio a conocer tras fuertes críticas por parte de legisladores, quienes cuestionaron la eficacia de la protección brindada al expresidente.
El ataque ocurrió en pleno mitin, cuando un tirador logró acercarse a Trump y disparar, hiriéndolo en la oreja derecha. Este incidente, calificado por Cheatle como «la más significativa falla operativa del Servicio Secreto en décadas», ha puesto en tela de juicio la capacidad de la agencia para proteger a figuras de alto perfil.
Cheatle presentó su renuncia a través de una carta dirigida a las autoridades, en la que expresó su pesar por el incidente. «A la luz de los recientes acontecimientos, con gran pesar he tomado la difícil decisión de renunciar como directora», escribió, según informó la agencia AP News.
El lunes pasado, Cheatle compareció ante el Comité de Supervisión y Responsabilidades de la Cámara de Representantes de EUA, donde admitió el fracaso del Servicio Secreto en prevenir el ataque. «Fracasamos… Como directora del Servicio Secreto de Estados Unidos asumo toda la responsabilidad por cualquier fallo en la seguridad», declaró Cheatle, añadiendo que se tomarán todas las medidas necesarias para que un evento similar no vuelva a ocurrir.
El atentado contra Trump no solo ha generado preocupación por la seguridad del candidato, sino que también ha desencadenado una serie de cuestionamientos sobre la eficacia y preparación del Servicio Secreto. Legisladores y expertos en seguridad han señalado la necesidad de revisar y mejorar los protocolos de protección para evitar futuros fallos.
Cheatle, quien asumió la dirección del Servicio Secreto con la promesa de fortalecer la seguridad y protección de los líderes estadounidenses, deja su cargo en medio de uno de los escándalos de seguridad más grandes en décadas. Su renuncia marca un punto crítico en la historia reciente del Servicio Secreto y subraya la importancia de una vigilancia constante y eficaz en la protección de figuras políticas.