Por Juan Pablo Ojeda
La fe, la tradición y la cultura popular se hicieron sentir una vez más en Iztapalapa, donde alrededor de un millón de personas se reunieron para presenciar la 182 Representación de la Pasión de Cristo, una de las celebraciones más emblemáticas de la Semana Santa en México. Este evento, que es más que una puesta en escena, volvió a llenar las calles de devoción, historia y fervor religioso.
La jornada arrancó el Jueves Santo a las 2 de la tarde, con un recorrido de ocho kilómetros desde la Casa de Ensayos hasta la Catedral del Señor del Santo Sepulcro. Fue apenas el inicio de una serie de actividades cargadas de simbolismo, donde los actores —todos vecinos de los ocho barrios originarios de Iztapalapa— dieron vida a los pasajes bíblicos con una entrega que se contagia.
Una de las escenas más impactantes de la noche fue la del “Primer gran sanedrín contra Jesús”, presentada en el Jardín Cuitláhuac, que por unas horas se convirtió en el centro espiritual y escénico de la capital.
Pero sin duda, uno de los momentos más emotivos lo regaló Edwin Yair, un joven de 17 años que participó por primera vez como nazareno y que hizo el recorrido descalzo como muestra de fe y en honor a su abuelo. “Pensé que no iba a poder, pero sí pude. Lo hice por mi abuelito”, declaró conmovido. Como él, más de 2 mil 500 nazarenos caminaron por las calles vestidos con togas blancas y moradas, cumpliendo promesas y renovando votos de fe.
La celebración no fue solo religiosa. Muchas familias se dieron cita desde temprano y convirtieron la jornada en una convivencia comunitaria, improvisando cenas con guisos caseros, pollo asado, pizza, tortillas y refrescos, mientras los más pequeños disfrutaban de juegos mecánicos y otros espectáculos.
El ambiente se completó con una fuerte actividad comercial: puestos de comida, artesanías, artículos religiosos, ropa típica, además de la presencia de miles de visitantes, tanto capitalinos como turistas nacionales e internacionales, que se sumaron a la fiesta popular.
La Representación concluyó con la escena del arresto de Jesús, pero el fervor no terminó ahí. Las actividades culturales y comerciales siguieron en la explanada central, rodeada por juegos de feria y una energía que, año con año, convierte a esta tradición en un verdadero fenómeno social.
Reconocida como Patrimonio Cultural Inmaterial de México, la Pasión de Cristo en Iztapalapa no solo es una celebración religiosa; es una expresión viva de identidad, resistencia y comunidad. Un evento que cada año confirma que, en este rincón de la Ciudad de México, la fe camina con fuerza… y descalza.