Inflación bajo control abre margen a una política monetaria más flexible
La inflación en México volvió a situarse dentro del rango objetivo del Banco de México (Banxico) por tercer mes consecutivo, al registrar una tasa anual de 3.80% en marzo de 2025, según el informe más reciente de la organización “México, ¿cómo vamos?”. Aunque el dato representa un ligero repunte frente al 3.77% observado en febrero, consolida un panorama de mayor estabilidad económica después de casi cuatro años marcados por tensiones inflacionarias.
El semáforo de inflación, diseñado por el observatorio económico ciudadano, se mantiene en amarillo, un avance significativo si se considera que permaneció en rojo durante 46 meses consecutivos. Este cambio de color no es simbólico: refleja que la inflación general ha regresado a un terreno aceptable dentro del margen establecido por Banxico de 3% ±1%, lo que permite tomar decisiones monetarias con mayor certidumbre.
A nivel estructural, la inflación subyacente —que excluye precios volátiles como alimentos frescos y energéticos— se ubicó en 3.64%, ligeramente por debajo del mes anterior. Este descenso, aunque mínimo, es clave: sugiere que las presiones internas sobre los precios han comenzado a moderarse. Este tipo de inflación es uno de los indicadores que más peso tiene en la toma de decisiones del banco central.
Con esta estabilidad en puerta, Banxico ha iniciado un ciclo de recortes en su tasa de interés de referencia. Tras mantenerla en 11.25% durante un año, el banco central aplicó dos reducciones consecutivas de 50 puntos base en febrero y marzo, llevando la tasa a 9.00%. Este movimiento, el más agresivo desde la pandemia, busca impulsar la actividad económica sin poner en riesgo la estabilidad de precios.
En contraste con el promedio nacional, algunos productos clave en la dieta mexicana continúan presionando los bolsillos de los hogares. El precio del huevo se disparó 15.23% en el último año; el aguacate, un producto emblemático de exportación, subió 43.62%; y la carne de cerdo 13.42%. A pesar de estos incrementos, el índice general de alimentos creció solo 3.38%, lo que sugiere que las alzas están concentradas en productos específicos y no son generalizadas.
Otro dato alentador es la desaceleración de los precios energéticos. La electricidad tuvo una variación anual de 4.89%, menor a la del mes previo; la gasolina magna pasó de 5.52% a 2.99%, y el gas LP se mantuvo contenido con un alza de 3.78%. Estos factores contribuyeron a amortiguar la inflación no subyacente, que aunque subió a 4.16%, sigue en niveles manejables.
Sin embargo, la inflación no es uniforme en todo el país. Durango, Guerrero y Veracruz reportaron tasas cercanas al 5%, mientras que entidades como Baja California Sur, Sonora y Sinaloa registraron niveles por debajo del 3%. Esta disparidad regional refleja diferencias en cadenas de suministro, condiciones climáticas y estructuras económicas locales.
El entorno actual ofrece una ventana de oportunidad para el diseño de políticas públicas más eficientes. Con la inflación bajo control y la política monetaria en un tono más flexible, el reto ahora será asegurar que la estabilidad macroeconómica se traduzca en mejoras tangibles para los hogares, especialmente en los sectores más afectados por los incrementos en productos esenciales.