Si alguna vez te topaste con los simpáticos payasitos Yom – Yom o saboreaste sus deliciosos helados, este reportaje te llevará en un viaje a través del tiempo para revivir los recuerdos y conocer la historia de estos iconos de la Ciudad de México en los años sesenta.
¿Recuerdas a los payasitos Yom – Yom? Estos peculiares puestos de helados, con sus caras de payasos, eran una parte entrañable de la Ciudad de México en los años setenta. Acompáñanos en este viaje por el pasado y descubre qué sucedió con estos amigables personajes que llenaron de alegría las calles de la ciudad.
Los sesenta fueron una época de cambios y avances en México. Desde la introducción de teléfonos de monedas hasta la celebración de las primeras olimpiadas en el país, esta década dejó huellas imborrables en la historia de la Ciudad de México. Los helados Yom – Yom fueron testigos de estos momentos memorables y también de un evento trágico que marcó a la nación.
La fuente de sodas más famosa de Helados Yom – Yom se ubicaba en Insurgentes Sur, número 2343. A pesar de que su comida no era su punto fuerte, el postre era una verdadera delicia que atraía a multitudes. Desde ese rincón emblemático, los payasitos Yom – Yom se convirtieron en símbolos de la dulce infancia de muchas generaciones.
En 1968, México fue el anfitrión de las olimpiadas, y Helados Yom – Yom estuvo en su apogeo. El pabellón más famoso de la marca fue visitado por atletas de todo el mundo, quienes disfrutaron de los sabores únicos de estos helados. Sin embargo, ese mismo año, la tragedia de Tlatelolco oscureció la celebración olímpica.
Los payasitos Yom – Yom eran puestos esféricos adornados con caras de payasos que vendían los populares helados. Estos coloridos puntos de venta se encontraban en toda la ciudad, desde Coapa hasta Lindavista, y eran un lugar de encuentro y diversión para niños y familias.
Aunque los payasitos Yom – Yom aún se encontraban en la Ciudad de México en 201, la mayoría había perdido su encanto y su identidad. La marca se trasladó a Colombia y dejó atrás un dulce recuerdo en el corazón de quienes alguna vez disfrutaron de sus helados y de los que solo pueden imaginarlos sonriendo por las calles de la Ciudad de México.