En un mundo cada vez más consciente del cambio climático, las empresas se han visto obligadas a adoptar estrategias de sostenibilidad. Sin embargo, no todas las iniciativas son lo que parecen. Muchas compañías han caído en el greenwashing, una práctica en la que se presentan como ecológicas o sostenibles, cuando en realidad sus acciones no respaldan esas afirmaciones.
El término «greenwashing» fue acuñado en 1986 por el investigador Jay Westerveld, quien descubrió que algunas campañas “verdes” de ciertos hoteles, como el ahorro en el uso de toallas, respondían más a intereses económicos que a una verdadera preocupación ambiental. Esta práctica sigue vigente hoy en día, cuando empresas de diversas industrias intentan aprovechar la creciente demanda de productos sostenibles, sin realmente comprometerse a reducir su impacto ambiental.
El greenwashing puede ser difícil de detectar, pero existen varios focos rojos que los consumidores pueden identificar para no caer en el engaño. Organizaciones como Sistema B y Work for Climate han desarrollado criterios para reconocer estas prácticas engañosas.
Uno de los principales indicadores de greenwashing son las afirmaciones falsas o el uso de lenguaje vago. Cuando una empresa promociona sus productos como «verdes» o «ecológicos» sin proporcionar detalles específicos, es probable que esté tratando de confundir a los consumidores. Otro truco común es el uso de imágenes de naturaleza, como árboles o ríos, en publicidad, aunque estos elementos no tengan relación alguna con el producto o servicio ofrecido.
Ocultar información también es una práctica frecuente. Por ejemplo, una empresa puede presumir de usar materiales reciclados en sus productos, pero no menciona que su proceso de producción genera altos niveles de contaminación. Esto crea una falsa impresión de sostenibilidad.
Otro ejemplo es la promoción de la compensación de carbono sin reducir las propias emisiones. Muchas empresas afirman que compensan su huella de carbono plantando árboles o invirtiendo en proyectos ambientales, pero no toman medidas reales para disminuir sus emisiones en la cadena de producción.
Finalmente, las metas inalcanzables son otra señal de alerta. Si una empresa promete eliminar todas sus emisiones sin un plan concreto y verificable, es probable que esté cayendo en el greenwashing. También hay que prestar atención a empresas que se centran en un único atributo ambiental mientras ignoran otros impactos negativos.
Para no ser engañado por estas falsas promesas verdes, los especialistas recomiendan buscar información concreta y verificable. Las empresas realmente comprometidas con la sostenibilidad suelen ser transparentes sobre sus procesos y resultados, ofreciendo datos claros sobre su impacto ambiental y las medidas que están tomando para reducirlo. Además, es importante investigar si estas empresas cuentan con certificaciones acreditadas y si sus campañas publicitarias están alineadas con sus acciones reales.
El greenwashing no solo daña la confianza del consumidor, sino que también pone en peligro los avances reales en la lucha contra el cambio climático. Las empresas que practican este tipo de engaño retrasan la adopción de soluciones sostenibles y perjudican a aquellas que están comprometidas de verdad con un futuro más verde.