Durante décadas, millones de personas evitaron el aguacate, el aceite de oliva y las nueces por miedo a “engordar”. La frase “las grasas son malas” se convirtió en dogma nutricional. Sin embargo, las investigaciones más recientes han demostrado que este mito está no solo desactualizado, sino que puede ser perjudicial para la salud si se sigue ciegamente.
Los estudios actuales han revelado que no todas las grasas son iguales. De hecho, las grasas insaturadas —presentes en alimentos como el salmón, el aceite de oliva extra virgen, los frutos secos y las semillas— pueden reducir el riesgo de enfermedades cardiovasculares, mejorar la función cerebral y contribuir a un metabolismo más eficiente.
Una de las grandes equivocaciones fue asociar todas las grasas con enfermedades del corazón, cuando en realidad los verdaderos culpables parecen ser los azúcares añadidos y los carbohidratos refinados. La Harvard School of Public Health, por ejemplo, ha publicado diversos informes que respaldan que las grasas saludables no solo no engordan, sino que pueden ayudar a perder peso cuando se incluyen como parte de una dieta balanceada.
Otro punto clave: las grasas saludables son fundamentales para la producción hormonal, la absorción de vitaminas liposolubles (A, D, E y K) y el correcto funcionamiento del sistema nervioso. El cuerpo necesita grasa. Lo que sí debería evitarse son las grasas trans y algunos aceites vegetales ultraprocesados, ampliamente utilizados en productos industriales.
Expertos como el Dr. Mark Hyman, autor de varios best sellers sobre salud funcional, han insistido en que uno de los grandes errores del siglo XX fue demonizar las grasas mientras se promovía una dieta alta en carbohidratos procesados. Esto generó un aumento exponencial de la obesidad, la diabetes tipo 2 y otras enfermedades crónicas.
Hoy, nutricionistas y médicos coinciden en que una dieta rica en grasas buenas puede ser más saciante, ayudar a controlar el apetito y estabilizar los niveles de azúcar en sangre. Todo lo contrario a lo que ocurre con los alimentos “light” que, al reducir grasa, suelen aumentar el contenido de azúcar o almidones para mantener el sabor.
La evidencia también señala que alimentos como el huevo completo, el yogurt griego entero y el aceite de coco, antes satanizados, son en realidad muy nutritivos y seguros para la mayoría de las personas. El cambio de paradigma ya está ocurriendo, pero aún falta mucho por comunicar.
En resumen, el mito de que “las grasas engordan” está siendo reemplazado por un enfoque más matizado, respaldado por la ciencia. La clave está en la calidad, no en la cantidad. Comer grasas saludables no solo no es peligroso: puede ser uno de los hábitos más beneficiosos para una vida larga y sana.
Porque no se trata de temerle a la grasa, sino de entenderla. Y eso comienza por cuestionar lo que durante años dimos por hecho.