Franco Lázaro Gómez y los chamales: arte, fe y tradición viva

Por Mario Nandayapa

En el corazón de Chiapa de Corzo, entre aromas de flor de Mayo y cantos litúrgicos, la Semana Santa se transforma en un espectáculo de memoria y arte. Y si hay una figura que logró capturar esa esencia con maestría es Franco Lázaro Gómez, el artista chiapaneco cuya obra sigue hablándonos, más de 70 años después de su partida.

Nacido en 1921, Franco Lázaro Gómez vivió apenas 28 años, pero dejó una huella indeleble en el arte mexicano. Su xilografía de 1948 sobre la crucifixión de Cristo —en la que los chamales adornan el templete escénico— es más que una imagen; es un acto de preservación cultural. Ahí están, en madera y tinta, las flores circulares, los símbolos solares, las raíces indígenas conviviendo con el ritual cristiano. Un registro visual poderoso que hoy cobra nueva vida cada Sábado Santo en el templo de Santo Domingo.

Los chamales, esos escudos florales que embellecen el altar, tienen un linaje ancestral. Provienen del vocablo chiapaneco Shamaa, una palabra cargada de historia guerrera y espiritual. Con sus formas redondas y colores vibrantes, estas ofrendas no son solo decoración: son un eco del sol, una plegaria hecha flor, una conexión con el cosmos. Y en la xilografía de Franco, adquieren la solemnidad y la belleza que merecen.

Cada flor que compone un chamal tiene su propio significado. La flor de Mayo, por ejemplo, con sus cuatro tonalidades, simboliza los puntos cardinales, una clara alusión a la visión cosmogónica de los pueblos originarios. Y la Singuilá —o Sinyhilá en lengua chiapaneca—, de un violeta brillante y con forma de campanita, se convierte en una guía del camino espiritual. Hasta la sustitución reciente de la flor de Coyol por mazorcas de maíz refleja una evolución viva de la tradición, sin perder su carga simbólica.

Franco Lázaro no solo fue testigo de estas prácticas: fue su intérprete más fiel. Su arte no se limita a lo visual, también documenta lo intangible: la fe, el fervor, la identidad. Su producción no solo incluye escenas religiosas; también plasmó leyendas, danzas, el movimiento Mapachista y la cotidianidad de su pueblo. Así, su obra es un puente entre generaciones, una enciclopedia visual de la cultura chiapaneca.

Para quienes deseen conocer más de este artista imprescindible, el Museo Franco Lázaro Gómez, ubicado en el Centro Cultural Ex Convento de Santo Domingo, ofrece un recorrido íntimo por su legado. Desde grabados hasta objetos personales, el espacio permite entender por qué su trabajo es clave en la historia del arte en Chiapas. Y aunque la famosa xilografía de los chamales no está confirmada en su acervo, su espíritu está presente en cada rincón del museo.

Hoy, mientras los chamales vuelven a aparecer en la escenografía religiosa de Chiapa de Corzo, también renace el arte de Franco Lázaro. Un arte que no solo observamos, sino que sentimos. Porque su legado no está encerrado en vitrinas: florece cada Semana Santa, cuando la tradición y el arte se dan la mano bajo el cielo chiapaneco.

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