Francia se encuentra sumida en una ola de protestas y disturbios sin precedentes tras el asesinato de Nahel, un joven de 17 años de ascendencia argelina, a manos de la policía durante una parada de tráfico en un suburbio de París. El incidente ha inflamado las tensiones y ha propiciado un debate nacional sobre el exceso de vigilancia en comunidades marginadas y la violencia policial.
Las manifestaciones, que han sido especialmente intensas en ciudades como Marsella, Lyon, Grenoble y París, han resultado en más de 1.311 arrestos en una sola noche y han causado daños económicos valorados en más de 1.000 millones de dólares. El incidente ha dejado al descubierto las heridas aún abiertas tras la muerte de 13 personas en circunstancias similares en 2022, intensificando las críticas hacia las fuerzas de seguridad, percibidas como racistas por una parte significativa de la población.
En respuesta a la crisis, el presidente francés, Emmanuel Macron, ha celebrado reuniones de emergencia con sus ministros para abordar la situación. Paralelamente, se han desplegado 40.000 agentes de policía en las calles de varias ciudades francesas para prevenir nuevos episodios de violencia. No obstante, las protestas y los actos de vandalismo continúan.
Además de las protestas en honor a Nahel, también se han llevado a cabo manifestaciones en homenaje a Adama Traoré, un joven que murió bajo custodia policial en 2016. Se espera que las protestas se intensifiquen en los próximos días en ciudades como Lille, Marsella, Nantes y Estrasburgo.