Fotos y textos por Bruno Cortés
A la luz de las farolas que iluminan la histórica Plaza de la Constitución, el Zócalo de la Ciudad de México se convirtió en un escenario de ensueño donde miles de almas se reunieron no solo para escuchar música, sino para vivir un momento histórico. Fito Páez, el trovador del rock argentino, después de una larga espera desde su cancelación en septiembre de 2024, retornó a este mítico lugar con la promesa de un espectáculo gratuito que no decepcionó.
La tarde se tornó en noche bajo la espera emocionada de los asistentes, quienes desde temprano comenzaron a llenar el espacio entre los majestuosos edificios coloniales. La atmósfera era palpable, una mezcla de nostalgia y anticipación, reflejada en los rostros de los presentes y en las conversaciones que resonaban como eco de las canciones que todos esperaban oír.
El concierto inició con las bandas teloneras, El Juguete Rabioso y Rey Pila, quienes calentaron el ambiente con sus sonidos característicos, preparando al público para el momento estelar. El Juguete Rabioso, con su rock visceral y letras cargadas de crítica social, logró conectar con la audiencia, mientras que Rey Pila aportó una vibra más melódica y electrónica, creando una transición perfecta hacia el acto principal.
Cuando las luces se atenuaron y el piano de Fito Páez comenzó a resonar, el Zócalo pareció contener el aliento. «El Amor Después del Amor», su himno, abrió el concierto, y con cada nota, cada acorde, el público se convirtió en uno solo, cantando, saltando y recordando por qué Páez es una leyenda. Su voz, acompañada por la magia de su piano, transportó a los presentes a través de décadas de música, desde «Mariposa Tecknicolor» hasta «11 y 6», recordando a todos la influencia de su obra en el panorama musical latinoamericano.
La noche no solo fue un concierto; fue un reencuentro, una celebración de la vida y la música tras la adversidad. Fito, recuperado de su accidente que le había privado anteriormente de este momento, se mostró lleno de energía y gratitud. Con cada canción, la conexión entre el artista y su público se intensificaba, demostrando que la música tiene el poder de sanar y unir.
El evento fue más que un simple espectáculo; representó un compromiso del Gobierno de la Ciudad de México, a través de la Secretaría de Cultura, de llevar la cultura a las calles, haciendo de la música una experiencia accesible para todos. La entrada libre convirtió el Zócalo en un espacio de inclusión, donde la música de Fito Páez se convirtió en el lenguaje común, el nexo entre generaciones y culturas.
Mientras la noche avanzaba y las últimas notas se desvanecían, la sensación de haber sido parte de algo especial, de haber vivido un evento que quedaría grabado en la memoria colectiva de la ciudad, era evidente. Fito Páez no solo ofreció un concierto; ofreció un recuerdo, una experiencia que solo la música en directo puede brindar, en el corazón de la Ciudad de México.