El Palacio de Bellas Artes se convirtió en el epicentro de una celebración cultural inolvidable la noche del sábado, con el espectáculo “El son jarocho y el stambeli: un diálogo entre Túnez y Veracruz”. En el marco del 90 aniversario del icónico recinto y del Decenio Internacional de los Afrodescendientes (2015-2024), el evento ofreció una fusión única de ritmos y tradiciones que emocionó al público.
Las tarimas vibraron al ritmo de la música mientras Mono Blanco, agrupación emblemática del son jarocho, y LeoMbri, destacados intérpretes del stambeli tunecino, compartían escenario. La combinación de zapateado jarocho y pasos tunecinos creó una atmósfera festiva que mantuvo al público en movimiento, aplaudiendo y coreando con entusiasmo.
El programa, meticulosamente diseñado para destacar la riqueza de ambos géneros, incluyó temas tradicionales como El cascabel y El siquisiri del repertorio jarocho, así como Ali Tango – Malika – Doudou Brahim – Bahryet y Sarkongari del stambeli. También se realizaron arreglos que combinaron la “guembri” tunecina y la “leona” veracruzana, ofreciendo una experiencia auditiva única que reflejó la influencia de ambos mundos musicales.
Gilberto Gutiérrez, director de Mono Blanco, expresó su agradecimiento a la directora general del Instituto Nacional de Bellas Artes (INBAL), Lucina Jiménez López, por la oportunidad de presentar el concierto en este emblemático escenario. La colaboración entre músicos de Venezuela, Cuba, Puerto Rico, México y Túnez subrayó la importancia de la música como puente cultural.
Durante el evento, Jiménez López felicitó a los artistas por su destacada participación y subrayó el significado del concierto en el contexto de la conmemoración del Palacio de Bellas Artes, el centro cultural más importante de México.
El elenco del concierto incluyó a reconocidos músicos internacionales como Ikbal Hamzaoui (directora artística y teclado), Omar Sosa Palacios (pianista español de origen cubano), Gustavo Ovalles Palacios (percusionista venezolano), y otros destacados artistas de diversos países, quienes contribuyeron a la riqueza del espectáculo.
Este evento no solo celebró la diversidad musical, sino que también permitió un profundo diálogo entre las técnicas y lenguajes de los géneros representados, destacando la influencia vital de la herencia afrodescendiente en la cultura global. El Palacio de Bellas Artes, una vez más, se consolidó como un escenario de encuentro y celebración de la riqueza cultural.