Fotos y texto Por Bruno Cortés
El 24 de septiembre de 2024, la capital mexicana fue nuevamente escenario de manifestaciones que rememoraron uno de los episodios más dolorosos de la historia reciente: la desaparición de los 43 normalistas de Ayotzinapa. En el marco del décimo aniversario, familiares, compañeros y activistas se congregaron frente al Senado de la República exigiendo justicia. Lo que comenzó como una manifestación pacífica, terminó en tensos momentos cuando encapuchados lanzaron petardos hacia el recinto legislativo, mientras las pintas en las paredes expresaban el dolor y la rabia acumulada por años de impunidad.
El clamor de justicia no ha disminuido con el paso del tiempo. Al contrario, en cada aniversario, las voces que exigen respuestas concretas y avances en la investigación se hacen más fuertes. La frase “Nos faltan 43” resonó entre los manifestantes, acompañada de consignas que no solo reclamaban la desaparición de los estudiantes, sino también cuestionaban la actuación del actual gobierno en la resolución del caso. Las pintas en los muros del Senado dejaron clara una demanda: el esclarecimiento total de lo ocurrido en Iguala.
El desencanto con las instituciones
La protesta fue una respuesta directa a la falta de avances tangibles en las investigaciones y al creciente descontento con las instituciones encargadas de impartir justicia. Vidulfo Rosales, abogado de los familiares de los desaparecidos, fue uno de los voceros que expresó la frustración ante lo que llamó un “muro de impunidad”, haciendo alusión a la presencia del Ejército en las investigaciones. “La militarización ha sido una barrera para obtener la verdad”, afirmó Rosales, mientras criticaba la reciente decisión del Senado de aprobar la integración de la Guardia Nacional a la Secretaría de la Defensa Nacional, lo que a su juicio complica aún más el acceso a la información clave sobre lo sucedido en 2014.
Petardos y tensión en el Senado
El mitin, que hasta ese momento había transcurrido de manera tensa pero sin mayores incidentes, dio un giro cuando varios encapuchados comenzaron a lanzar petardos al edificio del Senado. Los explosivos dañaron vidrios y alarmaron al personal de seguridad y a los legisladores que se encontraban en sesión. Aunque, el personal de resguardo, de protección civil y la policía de la Ciudad de México intervino rápidamente, los manifestantes lograron realizar varias pintas antes de retirarse.
Personal de resguardo y protección civil pudieron advertir a los periodistas y personal del Senado que era inminente el lanzamiento de explosivos hacia el interior del Senado de la Republica.
Cuando estaban haciendo las indicaciones sonó el primer petardo que pegó en la puerta principal del Senado, enseguida los que ocupaban el espacio del Hemiciclo dejaron sus cosas y se movilizaron para resguardarse de los siguientes tres petardos que simbraron las instalaciones del Senado.
La imagen del Senado, cubierto de grafitis y con los vidrios rotos, quedó como un símbolo del choque entre una sociedad que demanda justicia y un sistema que no ha podido responder.
A pesar de los disturbios, las actividades dentro del Senado continuaron sin interrupciones significativas. Las discusiones sobre las reformas de seguridad avanzaban, mientras en las calles el eco de los petardos y las consignas de los manifestantes mantenían en vilo a la opinión pública.
Más allá de una marcha, un llamado a la acción
El décimo aniversario de la desaparición de los 43 normalistas no es solo una fecha de conmemoración, sino también un recordatorio de las deudas pendientes que el Estado mexicano tiene con la sociedad. Las protestas que culminarán con una marcha desde el Ángel de la Independencia hasta el Zócalo son parte de un esfuerzo colectivo por mantener viva la memoria de los estudiantes y por continuar presionando a las autoridades para que se haga justicia.
Las preguntas sin respuesta sobre Ayotzinapa no solo pertenecen a las familias de los desaparecidos, sino que son una herida abierta en el tejido social del país. Las movilizaciones, pintas y enfrentamientos son, en última instancia, expresiones de una frustración que ha sido ignorada por demasiado tiempo. A diez años de la tragedia, el país sigue esperando las respuestas que aún no llegan.
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