La sexualidad es un aspecto fundamental pero complejo de la vida humana, influenciado por una amalgama de factores personales y culturales que varían enormemente de una persona a otra. Aunque algunas personas manejan sus inquietudes sexuales de manera independiente o con sus parejas, muchas otras encuentran estos desafíos demasiado grandes para enfrentar solos, recurriendo a la terapia sexual para buscar soluciones.
Según la doctora Sofía Herrera, experta en Sexología Clínica y directora de la plataforma Tu Salud Íntima, las preocupaciones más frecuentes que llevan a las mujeres a consultar a un sexólogo incluyen la disminución del deseo sexual, problemas de excitación, dificultades para alcanzar el orgasmo, y dolor durante las relaciones sexuales. Por otro lado, los hombres suelen buscar ayuda principalmente por disfunción eréctil y eyaculación precoz, problemas que no solo afectan su bienestar emocional sino que también pueden ser indicativos de condiciones médicas subyacentes.
El proceso de terapia sexual comienza con el reconocimiento de la necesidad de ayuda, ya sea individual o en pareja, y el compromiso con el tratamiento propuesto. Encontrar un terapeuta calificado y de confianza es crucial, y puede ser facilitado por recomendaciones de médicos de cabecera. Durante las sesiones iniciales, se espera que el terapeuta realice una evaluación detallada de la historia médica y sexual del paciente, así como de sus hábitos y estilo de vida, para poder diseñar un plan de tratamiento efectivo.
La terapia sexual no solo aborda las disfunciones físicas, sino que también trabaja para mejorar la comunicación entre las parejas y fortalecer su relación íntima. Es esencial un compromiso activo con el proceso terapéutico, que a menudo incluye cambios sugeridos por el terapeuta que respeten los valores personales de los individuos.
Es alarmante que, aunque las disfunciones sexuales pueden afectar hasta al 40% de las mujeres, pocas buscan ayuda profesional y aún menos son preguntadas sobre su vida sexual por sus médicos ginecólogos. Este tabú y la falta de comunicación abierta sobre la salud sexual subrayan la necesidad de un enfoque más proactivo y sin prejuicios en el cuidado médico y personal.