Hace aproximadamente 201,6 millones de años, la Tierra experimentó una de las cinco grandes extinciones masivas de su historia, conocida como la extinción del Triásico-Jurásico. Durante este evento, desaparecieron repentinamente tres cuartas partes de todas las especies vivas. Tradicionalmente, se ha atribuido esta catástrofe a un aumento drástico de las temperaturas debido a erupciones volcánicas que liberaron grandes cantidades de dióxido de carbono (CO₂) a la atmósfera. Sin embargo, una investigación publicada en Proceedings of the National Academy of Sciences (PNAS) propone una nueva teoría: fue el frío extremo, y no el calor, el principal culpable de esta extinción masiva.
El estudio, liderado por científicos del Observatorio Terrestre Lamont-Doherty de la Escuela de Clima de Columbia, sugiere que las erupciones volcánicas masivas de la Provincia Magmática del Atlántico Central (CAMP) liberaron enormes cantidades de partículas de sulfato a la atmósfera en periodos muy cortos, provocando inviernos volcánicos que enfriaron drásticamente el planeta. Estos pulsos de erupciones ocurrieron en lapsos de menos de un siglo cada uno, lo que amplificó su impacto en el clima global.
División de Pangea y erupciones masivas
Durante el final del período Triásico, el supercontinente Pangea comenzó a fragmentarse debido a estas erupciones volcánicas, separando lo que hoy conocemos como América, Europa y el norte de África. Millones de kilómetros cúbicos de lava fueron expulsados en un periodo de alrededor de 600.000 años. Aunque el CO₂ emitido contribuyó al calentamiento global a largo plazo, el estudio destaca que los aerosoles de sulfato tuvieron un efecto casi instantáneo al reflejar la luz solar y enfriar el planeta.
Impacto de los inviernos volcánicos
Los inviernos volcánicos resultantes fueron devastadores para muchas especies que no pudieron adaptarse al rápido cambio de temperatura. «El dióxido de carbono tarda mucho tiempo en acumularse y calentar las cosas, pero el efecto de los sulfatos es prácticamente instantáneo», explica Dennis Kent, autor principal del estudio. «Estos eventos sucedieron en el lapso de una vida».
Las erupciones iniciales de CAMP fueron comparadas con la erupción del volcán Laki en Islandia en 1783, que causó pérdidas generalizadas de cosechas y hambre. Sin embargo, los pulsos volcánicos del Triásico tardío fueron cientos de veces más grandes, causando un enfriamiento mucho más severo.
El auge de los dinosaurios
Curiosamente, mientras muchas especies sucumbieron al frío, los pequeños dinosaurios emplumados lograron sobrevivir. Estos animales, que ya habían existido durante millones de años, pudieron adaptarse posiblemente gracias a su tamaño reducido y hábitos como vivir en madrigueras. Su supervivencia les permitió prosperar y dominar el planeta durante el período Jurásico.
Paul Olsen, coautor del estudio y paleontólogo, señala: «La magnitud de los efectos ambientales está relacionada con la concentración de los eventos. Los eventos pequeños que se extienden a lo largo de decenas de miles de años producen un efecto mucho menor que el mismo volumen total de vulcanismo concentrado en menos de un siglo».
Este nuevo enfoque desafía las teorías anteriores sobre la extinción del Triásico-Jurásico y subraya la importancia de los cambios climáticos rápidos y extremos en la historia de la Tierra. Comprender estos eventos es crucial no solo para conocer nuestro pasado, sino también para anticipar cómo podrían afectar al planeta cambios similares en el futuro.