El Salar de Uyuni: el espejo natural de Bolivia que conquista al mundo

A 3.650 metros sobre el nivel del mar, el Salar de Uyuni emerge como un lienzo blanco infinito que refleja el cielo, transformándose en el atractivo natural más emblemático de Bolivia. Con una extensión de 10.582 km² —equivalente a 15 veces la ciudad de Nueva York—, este mar de sal no solo es el más grande y alto del planeta, sino un destino que fusiona magia geológica, cultura ancestral y desafíos ambientales contemporáneos.

El salar guarda en sus entrañas dos historias de formación. La científica lo vincula al Lago Minchin, un gigante acuático que existió hace 40.000 años y que, al secarse, dejó tras de sí este desierto salino salpicado por 80 islas. La mitología aimara, en cambio, narra que su superficie blanca nació de las lágrimas del volcán Tunupa, derramadas por la pérdida de su hijo. Esta dualidad entre ciencia y tradición impregna al lugar de un aura sagrada que los visitantes perciben al recorrer sus llanuras, donde el horizonte se difumina entre tierra y cielo.

Cada año, más de 350.000 viajeros llegan para experimentar fenómenos únicos. La ulexita o «piedra televisión» —un mineral que refleja imágenes como un espejo natural— se ha convertido en el ícono de fotografías surrealistas. Atractivos como el laberinto de sal de SALARTE, con esculturas de fauna local, y los hoteles construidos con bloques de sal añaden capas de creatividad humana a este escenario.

Pero es la naturaleza la verdadera artista: en época de lluvias (noviembre a marzo), una fina capa de agua convierte el salar en el espejo más grande del mundo, ideal para captar amaneceres que incendian el cielo o noches estrelladas donde la Vía Láctea se duplica en el suelo. «Es como caminar sobre las nubes», describe Edson Larrea, fotógrafo boliviano especializado en el lugar.

Pueblos como Colchani, en los bordes del salar, han encontrado en el turismo una alternativa económica. Sus ferias exhiben artesanías de sal y lana de llama, mientras restaurantes sirven platos tradicionales con quinua y carne andina. Sin embargo, el crecimiento turístico enfrenta tensiones: la extracción de litio —mineral clave para baterías de vehículos eléctricos— avanza en zonas aledañas, generando preocupación por el equilibrio entre desarrollo y conservación.

Actualmente, Bolivia impulsa la postulación del Salar como Patrimonio de la Humanidad ante la UNESCO, un reconocimiento que podría fortalecer su protección. Mientras tanto, operadores locales trabajan en mejorar servicios, conscientes de que este «lugar de concentración» —como lo nombra su etimología aimara— no solo concentra sal, sino sueños, historias y miradas de todo el planeta.

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