En la Ciudad de México, específicamente en Iztapalapa, en el año 1985, la comunidad se despertó con una vista inesperada: la cabeza y el brazo de la Estatua de la Libertad sobresaliendo de un montículo de tierra. Este episodio no era parte de una conspiración o un sueño, sino que se debía a la filmación de la película estadounidense «Remo Williams: The Adventure Begins». La producción decidió construir esta réplica en México debido a costos más bajos y la facilidad en los trámites de producción, mostrando cómo la necesidad creativa y logística puede alterar el curso de la historia de una manera curiosa.
La idea de que México rechazara la Estatua de la Libertad antes de que llegara a Estados Unidos es más un juego de palabras que una realidad histórica. Sin embargo, la presencia de la réplica en Iztapalapa ofrece un vistazo a qué podría haber sido si México hubiera recibido el monumento original. La historia de la estatua en México es un recordatorio de las conexiones culturales y artísticas entre naciones, y cómo los símbolos universales pueden encontrar un hogar temporal en tierras inesperadas.
Frederic Auguste Bartholdi, el escultor francés detrás de la Estatua de la Libertad, inicialmente había propuesto un monumento similar para Egipto, titulado «Egipto lleva la luz a Asia», un proyecto que nunca vio la luz debido a la falta de aprobación. Esto demuestra que la Estatua de la Libertad estuvo en la mente de Bartholdi como un símbolo de libertad mucho antes de su destino final en Nueva York, y quizás, en una realidad alternativa, este símbolo hubiera podido iluminar tierras mexicanas.
La presencia de la estatua en México, aunque temporal y solo para una producción cinematográfica, generó un folklore urbano que perdura hasta nuestros días. Vecinos y visitantes de Iztapalapa de esa época aún recuerdan cómo la «Dama de la Libertad» se volvió parte del paisaje local, creando un vínculo efímero pero memorable entre la cultura mexicana y el ícono estadounidense de libertad.
La réplica, construida para la película, no solo fue un acto de ingenio logístico, sino también un puente cultural. La Estatua de la Libertad, con su mensaje de libertad y esperanza, resonó en el contexto de México, un país que valora profundamente su historia de lucha por la independencia y la soberanía. Aunque México no rechazó la estatua en un sentido literal, este episodio nos invita a reflexionar sobre cómo los símbolos pueden trascender fronteras y significados.
En la actualidad, la historia de la Estatua de la Libertad en México es poco conocida pero rica en anécdotas y lecciones. La aparición de la estatua en Iztapalapa no solo fue un evento logístico para una película, sino que también simboliza cómo las ideas de libertad pueden ser adoptadas y celebradas en diferentes partes del mundo, creando historias únicas en cada lugar que tocan.
Es interesante imaginar cómo hubiera sido la historia si México hubiera acogido a la Estatua de la Libertad. Quizás la «Dama de la Libertad» hubiera encontrado un nuevo significado en el contexto de la lucha por la independencia y las revoluciones mexicanas, añadiendo capas adicionales a su simbolismo global. Aunque este no fue el caso, la breve estancia de la réplica en México nos deja una lección sobre la universalidad de la libertad y cómo puede manifestarse en los lugares más inesperados.