La ciudad de Culiacán, Sinaloa, se encuentra sumida en una espiral de violencia sin precedentes. El legendario boxeador Julio César Chávez ha alzado su voz en un intento desesperado por detener la sangrienta guerra entre facciones del Cártel de Sinaloa que está desgarrando el tejido social de la región.
«Culiacán está pasando por momentos muy difíciles», declaró Chávez, visiblemente conmovido. «Le pido a todo Culiacán que paren estas masacres, porque Culiacán es un lugar bonito, la gente es trabajadora». El llamado del «Gran Campeón Mexicano» refleja la desesperación de una ciudad sitiada por el crimen organizado.
Desde el 9 de septiembre, cuando estalló el conflicto interno en el Cártel de Sinaloa, la violencia ha dejado un saldo devastador:
- Más de 200 muertos
- Alrededor de 300 desaparecidos
- Enfrentamientos armados casi diarios
- Secuestros y extorsiones a la orden del día
La detención de Ismael «El Mayo» Zambada en Estados Unidos fue el detonante de esta guerra fratricida entre «Los Chapitos» y «La Mayiza», las dos facciones que se disputan el control del cártel más poderoso de México.
Culiacán vive prácticamente bajo un toque de queda impuesto por los criminales. La población malvive a merced de la voluntad de la mafia, escondiéndose cada día al caer el sol. El terror psicológico es absoluto, y las autoridades parecen impotentes ante la magnitud del problema.
Julio César Chávez, quien vivió durante años en Culiacán y abrió allí una clínica de rehabilitación, hizo un llamado directo a los cárteles: «Le pido a los dos cárteles que se están peleando, que por favor paren, por Sinaloa». Su petición refleja la desesperación de una población que ve cómo su ciudad se desmorona bajo el peso de la violencia.
A pesar del despliegue de miles de soldados en la zona, el Gobierno no ha logrado contener la violencia. La sensación general es que los asesinatos solo pararán cuando el cártel lo decida, una realidad que las autoridades parecen reacias a aceptar públicamente.
Mientras tanto, Culiacán sigue sangrando, y sus habitantes, como Julio César Chávez, solo pueden alzar sus voces en una súplica desesperada por la paz.