Por Bruno Cortés / Imagen Grok AI
En un audaz movimiento que ha sacudido tanto a México como a Estados Unidos, la DEA, junto con posibles colaboraciones de la CIA y el FBI, logró la captura de Ismael «El Mayo» Zambada, uno de los líderes más escurridizos del Cártel de Sinaloa, en una operación encubierta que ha dejado más preguntas que respuestas. Este evento no solo abre la puerta a un análisis más profundo de las operaciones secretas en México, sino que también plantea la inquietante posibilidad de que los cárteles puedan ser catalogados como organizaciones terroristas, un cambio que podría redefinir la lucha contra el narcotráfico.
En la penumbra de la noche, un avión privado despegó desde un punto desconocido en México, llevando a bordo a uno de los criminales más buscados del mundo. Ismael «El Mayo» Zambada, un hombre que había esquivado la justicia por décadas, finalmente fue engañado o traicionado, según las fuentes, para salir del país y entrar en las manos de la justicia estadounidense. La operación, envuelta en el misterio, se realizó sin el conocimiento del gobierno mexicano, lo que ha generado una controversia diplomática y ha levantado sospechas sobre la cooperación entre las agencias estadounidenses y sus contrapartes mexicanas.
La captura de Zambada es solo la punta del iceberg de una historia mucho más grande que involucra a la CIA, la DEA y posiblemente el FBI, operando en territorio mexicano con una autonomía que desafía las soberanías nacionales. Fuentes en México han señalado que la DEA y la CIA han mantenido operaciones clandestinas en el país, recopilando información y realizando acciones que van desde el espionaje hasta la captura directa de objetivos de alto valor, todo en nombre de la seguridad nacional de Estados Unidos.
La relación entre estas agencias y el gobierno mexicano ha sido siempre una danza delicada de cooperación y desconfianza. La reciente operación ha puesto a prueba esta relación, con el gobierno mexicano expresando su descontento por no haber sido informado previamente, lo que podría llevar a un replanteamiento de cómo se llevan a cabo estas operaciones en el futuro. El silencio de la CIA y el FBI sobre su participación añade un velo de misterio que solo alimenta las especulaciones y teorías conspirativas en ambos lados de la frontera.
Ahora, con Zambada en custodia, una nueva pregunta surge en el horizonte: ¿qué pasaría si los cárteles mexicanos fueran oficialmente declarados como organizaciones terroristas? Este cambio de estatus podría otorgar a las fuerzas de seguridad estadounidenses poderes adicionales para combatir el crimen organizado, incluyendo la capacidad de congelar activos financieros internacionalmente y aplicar sanciones más duras. Sin embargo, también podría intensificar la violencia en México, donde los cárteles ya operan con una brutalidad que rivaliza con la de grupos terroristas.
Declarar a los cárteles como terroristas tendría implicaciones diplomáticas significativas, ya que México podría ver esta acción como una invasión a su soberanía, especialmente si no se consulta a sus autoridades. Además, podría aumentar la presión sobre el gobierno mexicano para actuar más decisivamente contra el narcotráfico, lo que podría llevar a un aumento en la militarización de la lucha contra las drogas, con todas las consecuencias humanas y sociales que ello conlleva.
Por otro lado, en Estados Unidos, esta declaración podría ser vista como una estrategia política para mostrar dureza contra el tráfico de drogas, especialmente en un contexto electoral donde la seguridad fronteriza y la crisis de opioides son temas candentes. Sin embargo, la realidad en el terreno podría ser mucho más compleja, con posibles represalias de los cárteles y un desplazamiento del conflicto hacia áreas aún más incontrolables.
La captura de El Mayo Zambada no es solo el fin de una era para el Cártel de Sinaloa, sino el inicio de un nuevo capítulo en la guerra contra el narcotráfico, uno donde las operaciones encubiertas, la diplomacia y la definición misma de terrorismo se encuentran en una encrucijada. El futuro de esta lucha dependerá de cómo se navegue este complejo laberinto de intereses, lealtades y poder, tanto en las sombras como bajo la luz pública.