El Cuauhtemazo: Cuando el Árbitro Pita a Favor del Seleccionado

Texto y Fotos Por Bruno Cortés

Imagínense un partido donde el delantero estrella, Cuauhtémoc Blanco, se cuela al campo sin número en la espalda, anota un golazo y el árbitro —un tal Sergio Gutiérrez Luna— lo celebra con la porra mientras la tribuna grita «¡vendido!». Así fue la sesión del 25 de marzo de 2025 en la Cámara de Diputados: con 291 votos a favor, 158 en contra y 12 abstenciones, Morena le dio un pase directo a Blanco para que su inmunidad siguiera intacta, a pesar de una acusación de tentativa de violación por su media hermana, Nidia Fabiola. En este estadio, la justicia quedó como un balón pinchado y las reglas del juego se escribieron con marcador de partido arreglado. ¿El resultado? Una goleada de la política sobre la decencia.

El Tiro Libre que Nadie Cobró
El partido arrancó con Blanco calentando en la banca de Morena, pidiendo apoyo como si fuera el último minuto de la final. A las 11:00, la cancha de San Lázaro se llenó de gritos y pancartas. Hugo Eric Flores, el capitán de la Sección Instructora, salió a decir que la Fiscalía de Morelos había pateado mal el balón: una investigación sin periciales, puro desorden. Con eso, Morena y sus aliados metieron el gol decisivo a las 14:39: 291 votos para desechar el desafuero. Blanco, como buen delantero, se fue al vestidor con una sonrisa, mientras la oposición —PAN, MC y PT— se quedó reclamando un penalti que nunca llegó.

Mi opinión, tras 30 años viendo estas jugadas en la política mexicana, es clara: esto fue un arreglín de vestidor. La votación no se trató de pruebas ni de justicia, sino de quién manda en la cancha. Los 291 votos son la prueba de que en este equipo, la camiseta pesa más que la verdad. Y mientras el «Cuau» sigue jugando, la afición —o sea, nosotros— seguimos esperando que alguien saque tarjeta roja a la impunidad.

Las Rojas que Nunca Sacaron: Justicia de Género en la Banca

Si hay un foul que dolió en este partido, fue el que le hicieron a la justicia de género. Las diputadas salieron a la cancha con todo: Ivonne Ortega (MC) gritó que «el techo de cristal sigue más duro que cemento», y Margarita García (PT) se indignó porque le dieron el balón a «un posible abusador». Hasta Anais Miriam Burgos, de la Comisión de Igualdad, pidió creerle a la víctima, Nidia Fabiola, pero nada: el árbitro pitó en contra. El caso quedó como un disparo al poste que nadie remató.

En un país donde las mujeres enfrentan un marcador adverso todos los días, este partido fue una patada al orgullo. Las críticas de las diputadas no son ocurrencias: el INEGI reporta que en 2023, el 70% de las mexicanas mayores de 15 años han vivido algún tipo de violencia. Y aquí, con una acusación grave en la mesa, el equipo de Morena prefirió el pase seguro al compadre que un tiro a gol por la justicia. Esto no es un juego limpio; es un autogol contra las que luchan por ser escuchadas.

 

Sergio, el Árbitro que Jugó de Defensa

El verdadero MVP de la jornada fue Sergio Gutiérrez Luna, presidente de la Cámara y árbitro de este circo. Lo acusaron de meter a Blanco al campo sin registro, como si fuera un refuerzo de última hora. José Elías Lixa (PAN) lo llamó «vendido» por silenciar a la presidenta de Igualdad de Género, y Margarita García lo señaló por apagarle el micrófono a las mujeres. Hasta Lilia Aguilar (PT) dijo que esto fue un «papelón» digno de caricatura. En resumen, Gutiérrez Luna no pitó faltas: pateó el balón para el equipo de casa.

Aquí hay que poner los puntos sobre las íes: en mis tres décadas cubriendo el Congreso, he visto árbitros parciales, pero este se lleva el silbato de oro. Permitir que Blanco hablara a las 14:12, mientras callaba a las que pedían justicia, no es error de novato; es estrategia de capo. El reglamento de la Cámara dice que las sesiones deben ser equitativas, pero Gutiérrez Luna jugó como si el partido ya estuviera comprado. ¿Resultado? Una afición incrédula y un árbitro que merece el banquillo.

El Medio Tiempo del Descontento: Morena Se Pasa el Balón

Lo más chistoso —o triste, según se vea— es que hasta en Morena hubo bronca en el vestidor. A las 14:34, algunas diputadas del equipo oficialista, como Magda Erika Salgado, salieron a reclamar. Dijeron que se perdió una chance de oro para apoyar a las mujeres y pidieron que Blanco pidiera licencia. ¡Sí, en el mismo equipo que lo salvó con 291 votos! Esto es como si el delantero estrella se peleara con el portero en pleno partido.

Esta división es un pase que no esperábamos. Morena se ha vendido como el campeón de la justicia social, pero aquí se vio que no todos están en la misma alineación. Si hasta sus propias jugadoras piden tiempo fuera, algo huele mal en el césped. Esto podría ser un tiro de esquina para la oposición en el próximo partido electoral, porque la afición no olvida cuando el equipo se traiciona solo.

El Silbatazo Final: Un Juego que Todos Perdimos

Al final, el marcador quedó claro: Blanco 1, Justicia 0. Con su inmunidad intacta y unas vacaciones legislativas hasta 2026, el «Cuau» se fue silbando bajito. Pero el partido dejó un estadio lleno de dudas. La oposición gritó «¡arreglo!», las mujeres exigieron revancha, y el público —nosotros— nos quedamos con la sensación de que el árbitro vendió el juego antes de empezar.

En 30 años viendo política mexicana, desde los tiempos del PRI omnipotente hasta el Morena de hoy, una cosa no cambia: el poder siempre encuentra la manera de meter gol. Este desafuero fallido no es solo un tropiezo; es un reflejo de cómo las instituciones se doblan ante el compadrazgo. Si queremos un juego limpio, hace falta más que gritar desde la tribuna: hay que cambiar al árbitro, las reglas y, de paso, a los jugadores que solo saben patear para su propio arco.

Este partido ya terminó, pero el balón sigue en juego. La pregunta es si algún día veremos un silbatazo que no favorezca al que manda. Por lo pronto, el «Cuauhtemazo» nos dejó claro que en esta cancha, el poder siempre juega con ventaja. ¿Y nosotros? Seguimos esperando el milagro de un empate.

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