Fotos y texto Bruno Cortés
La Plaza de Armas de la Ciudad de México ha sido testigo de tragedias, cultura, diversión, y sexo, cuando terminan los vendedores, las librerías cierran y cae la noche, los gaviotos salen a observar una suerte de espectáculo vouyerista, a veces interactivo y otras veces hasta pagado.
Los gaviotos, chichifos y a veces mala facha recorren La Ciudadela en busca de experiencias sexuales, son observadores, son cazadores de momentos eróticos que tienen a bien darles los automovilistas exhibicionistas que se estacionan en la calle de Enrico Martínez que es apenas de tres cuadras, menos de 500 metros lineales, pero que es escenario de sexo callejero de por lo menos 60 personas a pie, más los coches que se estacionan para dar “tele”.
De la noche son los secretos del amor, cuando a media luz una pareja de automovilistas se estacionan para dar “Tele” a los ávidos peatones que se esconden y caminan por las calles de la Ciudadela meneando con la mano su miembro expuesto, se asoman a los cristales de los coches para ver el espectáculo sexual.
Caminan los gaviotos, sin prisa, sin pausa, viendo los coches pasar y esperando que alguno les ofrezca participar en un trio o en una orgía, parejas swingers se pasean para invitar a un gavioto que les haya gustado a tener una experiencia sexual de proximidad, ya sea participando en el acto en la parte posterior del auto o simplemente viendo las caricias de la pareja desde la ventana del automóvil estacionado.
Muchos de ellos son asiduos elementos de los gaviotos, como el licenciado rompeculos, el Hiroito, el bicicleto, el greñas o el mono capuchino, personajes que han pasado más de diez años deambulando por los pasillos de La Ciudadela.
En los 80s cuando el movimiento swinger se empezó a popularizar había pocos clubs donde tener cabida, entonces tomaron las calles, las parejas de mente abierta, con ganas de tener parafilias callejeras, empezaron a frecuentar las calles aledañas a la Plaza de la Ciudadela, así poco a poco se ha ido creando una comunidad de personas que gustan del sexo grupal al aire libre.
En algunos casos dicen que es pagado, en algunos reportes de prensa lo asocian a la prostitución, lo que pudimos constatar es que gran parte lo hacen por amor al arte, o lo que es lo mismo de a gratis, a los automovilistas les gusta que los vean teniendo sexo o tocándose ardientemente.
Pero cuando eso no basta, cuando el coche empieza a chorrear aceite, no hay mas remedio que ir al hotel o si andas bajo de fondos al estacionamiento que está a unas cuadras de la plaza de armas, entonces es cuando por 55 pesos puedes entrar a otro mundo, a otra comunidad donde “el greñas” y “el Sinaloa” se divierten con las parejas sexuales que se estacionan, ya para que sean vistos, ya sea para interactuar o simplemente para presumir sus miembros en las ventanas de los automóviles.
En tres horas que estuvimos en el lugar pasaron no menos de 15 autos con parejas, para que los vieran o para ver a los gaviotos hacer de las suyas con las mujeres de los hombres que querían ver como su pareja tenía sexo con otros hombres, por que sí, porque les gusta, y porque tal vez nunca se vuelvan a ver.
Algunas parejas solo les gusta ser vistas, y los gaviotos se apropian de las ventanas, como los niños que veían tele en las ventanas de los vecinos, solo que estos con contenido para adultos.
Entra un auto, y los gaviotos con miembros al aire, van a ver que parejita llegó al estacionamiento, algunas van solo por el morbo, pero la pequeña Deyanira va a ver cuantos puede cojerse esa noche, a romper su record de la semana pasada y disfrutar del sexo, que se vuelve familiar, que después de más de 4 años de frecuentar el lugar se ha vuelto su comunidad.
Llega con su pareja, el inseparable adonis de los barrios bajos, Luis, que con su camioneta negra la lleva para ser la cena de por lo menos quince gaviotos que la hacen suya sin miramientos, sin piedad y sin remordimiento, de que cuando hayan terminado sigan buscando en el nuevo auto que llegó al estacionamiento.
Arturo “el oso” nos dice que tiene más de un año yendo al estacionamiento, él es chofer de DIDI, y llegó ahí por una clienta, que le pedía constantemente que la llevara y la esperara, hasta que fue haciendo amigos, y hoy no deja de ir rigurosamente a su pase de lista viernes y sábados, a veces con más suerte, a veces con menos suerte.
Por lo menos este sábado le tocó llegar al cielo un par de veces, así también al Sinaloa, al biker de Ulises y una decena más de voyeuristas que se dan cita en el estacionamiento o pasan por sus socios eróticos a la Ciudadela para llevarlos a este espacio confinado por la módica cantidad de 55 pesos, así será hasta el próximo viernes o sábado que les toque ser miembros de “los gaviotos”
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