En la década de 1990, la economía mexicana no siempre permitía que los padres compraran a sus hijos los juguetes más codiciados, especialmente las consolas de videojuegos de moda como el Nintendo o, aún más inalcanzable, el Game Boy portátil. Sin embargo, la presión aumentaba a medida que se acercaba el Día de Reyes, una fecha tradicionalmente llena de expectativas para los niños mexicanos.
Fue entonces cuando apareció en escena el «Brick Game» (también conocido como Tetris), una consola portátil con pantalla monocromática, similar a la de una calculadora, que prometía la increíble cantidad de 9999 juegos diferentes, todo por un precio que equivalía a unos 15 pesos mexicanos actuales.
Esta consola se convirtió en un salvavidas para muchos padres que buscaban una alternativa asequible a las costosas consolas de videojuegos de la época. Aunque llevaba el nombre «Brick Game» en la serigrafía frontal, en México y en toda Latinoamérica, la consola se conoció simplemente como «Tetris». Este nombre se debió al hecho de que el juego principal que traía era el famoso Tetris, un éxito soviético que había conquistado al mundo entero.
El Tetris se convirtió en el buque insignia del Brick Game debido a su éxito previo en el Game Boy de Nintendo. Los creadores chinos de la consola sabían que replicar una consola económica con Tetris garantizaría ganancias. A través del Brick Game, millones de mexicanos y latinoamericanos conocieron este juego lógico de colocar bloques, inventado por el soviético Alekséi Pázhitnov en 1984.
Cabe destacar que, aunque se anunciaba que el Brick Game tenía 9999 juegos, en realidad eran básicamente 10 juegos diferentes con múltiples variaciones de cada uno. A pesar de esto, el Brick Game dejó una huella imborrable en la memoria de quienes lo jugaron.
En foros digitales, las personas recuerdan con alegría que los Reyes Magos les trajeron un Brick Game cuando habían pedido un Game Boy. Otros relatan que encontraron estas consolas a la venta en combos que incluían una Brick Game, una calculadora y un reloj digital. También hay quienes recuerdan que tuvieron que rebuscar algo de dinero en el monedero de mamá para comprar una en el tianguis local. Sin importar cómo llegó a sus manos, el Brick Game fue una parte querida de la infancia de muchos mexicanos y dejó recuerdos imborrables en una generación que aprendió a disfrutar de la diversión y la emoción de los videojuegos de una manera económica y accesible.