En los últimos años, México ha experimentado un crecimiento alarmante en el consumo de drogas sintéticas, transformando el panorama nacional de salud pública y complicando aún más la lucha contra el narcotráfico. Según datos recientes del gobierno, el consumo de anfetaminas, metanfetaminas, éxtasis y otros estimulantes ha aumentado un 218% desde 2017 hasta 2022. Este cambio marca una evolución significativa en el perfil de México, de ser un país principalmente de producción y tránsito, a uno de los principales consumidores.
El Dr. José Alfredo Nateras Domínguez, experto en ciencias antropológicas de la Universidad Autónoma Metropolitana (UAM), enfatiza que México no solo continúa siendo un núcleo de producción y tránsito, sino que también ha emergido como un mercado consumidor crítico. Esta situación presenta desafíos únicos para el país, tanto en términos de salud pública como de seguridad nacional.
El incremento en el consumo de drogas sintéticas se debe en parte a la facilidad y bajo costo de producción en laboratorios clandestinos, permitiendo a los cárteles operar todo el año y evadir las limitaciones estacionales de drogas tradicionales como la marihuana. Estas operaciones no solo son altamente rentables, como lo demuestra la reciente incautación de precursores químicos valorados en 700 millones de dólares en Sonora, sino que también son profundamente perjudiciales para la sociedad.
En términos de salud pública, el Observatorio Mexicano de Salud Mental y Adicciones reportó que en 2022, cerca de 167,905 personas solicitaron tratamiento por consumo de drogas, con un predominio notable de los estimulantes tipo anfetamínico. Este aumento en la demanda de tratamiento refleja una crisis creciente que afecta principalmente a los jóvenes mexicanos, quienes constituyen el grupo más grande de consumidores.
La situación se complica aún más con la cancelación de la Encuesta Nacional de Adicciones (Encodat) por razones presupuestarias. Esta encuesta ha sido una herramienta crucial para comprender las tendencias de consumo y las necesidades de intervención en el país. La falta de datos actualizados y completos dificulta la capacidad del gobierno para abordar efectivamente la situación y diseñar políticas públicas adecuadas.
Además, las políticas de prevención actuales, centradas principalmente en el enfoque punitivo, han demostrado ser ineficaces. Según Nateras, es crucial repensar estos programas y adoptar un enfoque más holístico que considere los factores sociales y económicos que contribuyen al consumo de drogas. Esto incluye entender las disparidades en el acceso a las drogas y las diferencias en las razones del consumo entre diversos grupos sociales.