Un hallazgo arqueológico en las profundidades de la selva guatemalteca está transformando nuestro entendimiento de las relaciones entre dos de las civilizaciones más poderosas de Mesoamérica. En el corazón de la antigua ciudad maya de Tikal, investigadores han desenterrado un altar teotihuacano perfectamente conservado, que confirma por primera vez la profunda interacción ritual y política entre estas culturas.
El descubrimiento, realizado por el Proyecto Arqueológico del Sur de Tikal (PAST), corresponde a un complejo arquitectónico con el distintivo estilo talud-tablero característico de Teotihuacán. Pero lo verdaderamente revelador son los murales que adornan la estructura, donde destaca la representación de la Diosa de la Tormenta con su elaborado tocado de plumas, pintada en vibrantes tonos rojo, amarillo y azul que han resistido milenios gracias a técnicas avanzadas de conservación.
Un encuentro de cosmovisiones
El altar, de 1.10 x 1.80 metros, no solo muestra diferencias religiosas fundamentales entre ambas culturas -los teotihuacanos dedicaban sus estructuras a deidades mientras los mayas a sus gobernantes-, sino que sugiere que el Grupo 6D-XV de Tikal fue un enclave clave para la élite teotihuacana. «Este espacio funcionó como un centro de poder donde se practicaban rituales híbridos», explica el arqueólogo Edwin Román, líder del proyecto.
Las excavaciones, iniciadas en 2019 mediante 25 pozos y más de 100 metros de trincheras, revelaron además una residencia organizada al estilo teotihuacano, reforzando la teoría de que hubo una presencia permanente de esta cultura en territorio maya hacia el siglo IV d.C., periodo en que ambas civilizaciones alcanzaron su máximo esplendor.
Reinterpretando la historia mesoamericana
Este descubrimiento desafía la visión tradicional de sociedades aisladas, mostrando en cambio un panorama de intercambios complejos: mientras Teotihuacán dominaba el centro de México con sus 150,000 habitantes y 20 km² de extensión, Tikal erigía sus emblemáticas pirámides en la selva guatemalteca. El templo IV de Tikal, con sus 70 metros, sigue siendo la estructura precolombina más alta de América.
Los investigadores continúan analizando los vestigios, que incluyen cerámicas y objetos rituales, para entender mejor esta relación cultural que podría explicar algunos de los misterios que rodean el colapso de ambas civilizaciones. Cada capa de tierra removida acerca a los arqueólogos a descifrar uno de los diálogos interculturales más fascinantes de la antigüedad americana.