En la vasta extensión de Santa Lucía, Estado de México, se erige el Aeropuerto Internacional Felipe Ángeles (AIFA), una obra monumental que ha logrado, después de varios años de esfuerzos y controversias, comenzar a cosechar los frutos financieros de su ambiciosa construcción. Desde su apertura, el AIFA ha sido un proyecto de infraestructura que divide opiniones, pero los datos de 2024 presentan una perspectiva nueva y optimista. Según los reportes oficiales, en 2024, el aeropuerto gestionó más de 2,000 vuelos mensuales, consolidando su posición no solo como un aeropuerto alternativo, sino como un jugador clave en la red aérea nacional e internacional de México.
Bajo el mando del general en retiro Isidoro Pastor, el AIFA ha logrado incrementar sus ingresos mensuales hasta los 2 mil 700 millones de pesos, superando sus gastos que alcanzaron los 2 mil 350 millones de pesos en el mismo período. Este punto de equilibrio llega después de haber recibido subsidios significativos desde su puesta en marcha, lo cual plantea preguntas sobre su sostenibilidad a largo plazo. Sin embargo, los números recientes sugieren que el camino hacia la autosuficiencia podría estar más cerca de lo anticipado.
La capacidad de trabajo del AIFA se ha expandido notablemente; si en sus inicios apenas manejaba una fracción del tráfico aéreo, ahora cuenta con la infraestructura para atender a 6.2 millones de pasajeros anuales proyectados para este año, un salto impresionante desde los 2.6 millones de 2023. Además, se ha convertido en el principal aeropuerto para el transporte de carga en México, con un movimiento de 581 mil toneladas.
Pero hablar del AIFA no es simplemente recitar cifras; es contar una historia de resistencia y adaptación. Las críticas iniciales sobre su ubicación y accesibilidad parecen haber sido parcialmente mitigadas con la implementación de nuevas rutas y la conexión con el Tren Suburbano y el Mexibús, aunque algunos usuarios aún lamentan la falta de comodidades y servicios comparados con el Aeropuerto Internacional de la Ciudad de México (AICM).
Los defensores del proyecto, incluyendo figuras de la administración actual, celebran esta nueva etapa como una victoria para la visión de un «aeropuerto del pueblo», accesible y eficiente. Sin embargo, voces críticas siguen cuestionando la necesidad de tantos recursos invertidos y el verdadero impacto socioeconómico en la región, especialmente considerando los desafíos ambientales y de infraestructura que aún persisten.
Desde su torre de control, el AIFA no solo observa los aviones que surcan el cielo, sino también el pulso económico de la nación. Ha generado 17 mil 400 empleos directos y 150 mil indirectos, demostrando ser un motor de desarrollo local, aunque no sin controversias sobre las condiciones laborales y el impacto en la comunidad cercana.
La pregunta que flota en el aire es si el AIFA será realmente «un buen aeropuerto» a los ojos de todos. Para algunos, es un símbolo de progreso y eficiencia; para otros, una lección sobre la complejidad y el costo de la infraestructura pública. Lo que es indiscutible es que, en 2024, el AIFA ha comenzado a despegar no solo aviones, sino también hacia una nueva era de rentabilidad y consolidación en el sector aéreo de México.