Por Juan Pablo Ojeda
El Día de Muertos es una de las celebraciones más emblemáticas de México, un momento donde las familias rinden homenaje a sus seres queridos que han partido. Aunque los días principales son el 1 y 2 de noviembre, cada día previo tiene su propio significado especial. La festividad comienza el 27 de octubre, cuando se conmemoran a las mascotas que han fallecido, y cada jornada está dedicada a diferentes almas que regresan temporalmente al mundo de los vivos.
El 29 de octubre se convierte en un día de especial relevancia, dedicado a recordar a quienes han perdido la vida en circunstancias de ahogamiento. Durante este día, las familias preparan ofrendas llenas de amor y respeto, adornadas con flores de cempasúchil. Estas flores, con su vibrante color y aroma intenso, son esenciales para guiar a las almas hacia el altar.
Además de las flores, se ofrecen elementos simbólicos como agua y sal. El agua representa la saciedad tras un largo viaje, mientras que la sal purifica y limpia el alma. La comida también ocupa un lugar central en esta celebración, con cada familia preparando los platillos favoritos de sus difuntos, creando así un banquete en su honor. Para los adultos, es común incluir bebidas alcohólicas y cigarros, evocando momentos de alegría compartidos, mientras que para los niños se ofrendan dulces típicos, como los de azúcar, amaranto o calabaza, que simbolizan la inocencia y felicidad.
Un elemento icónico que no puede faltar es el pan de muerto, un símbolo que remite a los sacrificios humanos de la cultura prehispánica. Este pan, que puede adoptar diversas formas, se ofrece como recordatorio de la conexión entre los vivos y los muertos.
Los altares de Día de Muertos son un reflejo del amor hacia los difuntos y, para el 29 de octubre, es importante incluir flores de cempasúchil, velas que iluminan el camino, agua para saciar la sed, sal para purificar, y los alimentos preferidos de los difuntos.
Este año, millones de mexicanos se preparan para recibir a sus seres queridos, creando altares que son verdaderas obras de arte llenas de recuerdos. La festividad es más que una celebración; es una oportunidad para reflexionar sobre la vida y la muerte, fortaleciendo los lazos familiares y comunitarios.
El Día de Muertos ha sido reconocido por la UNESCO como Patrimonio Cultural Inmaterial de la Humanidad, lo que resalta la importancia de esta tradición. La conexión con nuestras raíces y la memoria de quienes nos precedieron son esenciales en este ritual que trasciende el tiempo.
El 29 de octubre es un día de recogimiento y homenaje, donde los mexicanos honran la memoria de las almas que han partido ahogadas. A través de ofrendas significativas, se reafirma la importancia de la tradición en el contexto contemporáneo, enriqueciendo la identidad cultural de México.