La Revolución Mexicana, un capítulo crucial en la historia del país, no solo removió estructuras políticas, sino que también dejó una huella indeleble en el sistema educativo. Antes del conflicto, la educación pública estaba sesgada hacia las élites gobernantes y dependía de los gobiernos locales. Sin embargo, tras la Revolución, se inició una transformación radical con un enfoque claro en la escolarización de los campesinos y la atención de las comunidades rurales y populares.
La Constitución de 1917 marcó un hito al establecer principios fundamentales para la educación en México: gratuita, obligatoria y laica. Este cambio de paradigma sentó las bases para una democratización del conocimiento, abriendo las puertas de las aulas a todos los estratos sociales. La creación de la Secretaría de Educación Pública (SEP) en 1921 consolidó este compromiso y permitió la implementación de proyectos educativos con alcance nacional.
Bajo la dirección visionaria de José Vasconcelos, el primer secretario de la SEP, se puso en marcha el proyecto de misiones culturales. Este innovador enfoque llevó la educación a las zonas rurales y menos favorecidas, incorporando la escuela rural como un faro de conocimiento para aquellos que habían sido históricamente marginados.
La Revolución Mexicana, lejos de ser solo un cambio político, se convirtió en una revolución educativa, transformando el panorama educativo del país y brindando oportunidades a quienes antes no tenían acceso a ellas. El legado de esta revolución educativa sigue vivo en el compromiso continuo de México con la educación inclusiva y equitativa para todos